miércoles, 3 de diciembre de 2025

II ADVIENTO - A

 Is 11, 1-10


En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

Sobre él se posará el espíritu del Señor.

 

Mt 3, 1-12

Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».

 

COMENTARIO:

 En un mundo de violencias, guerra, abusos, olvido de los pobres, rechazo de los inmigrantes, indiferencia ante las angustias de tantas personas que reclaman una atención, poder vivir con un mínimo de dignidad, tener acceso a un poco de comida y a un techo donde cobijarse, nos viene bien a todos escuchar un mensaje de esperanza y otro de conversión.

Podemos preguntarnos dónde ve el profeta Isaías huellas de esperanza para el pueblo de Israel: ¿Dónde están esas señales tan claras de esperanza que nosotros no alcanzamos a ver? ¿De dónde saca Juan el Bautista que tenemos que convertirnos? ¿De qué tenemos que convertirnos? Y en todo caso, que cambien los que tengan que cambiar, los que no lleven una vida honrada y en paz.

Estas preguntas se las hacían también los israelitas de los tiempos de Isaías y, algunos siglos después, los israelitas de los tiempos de Juan el Bautista, razonaban como nosotros hoy: Que se conviertan los que no observan la Ley.

La Iglesia, particularmente en estos días de adviento, nos invita a escuchar el mensaje de estos dos grandes profetas de todos los tiempos, nos anima a reflexionar y buscar, por nosotros mismos, señales, pruebas evidentes de esperanza y razones claras que nos llaman a la conversión, que es transformación, enderezar y allanar el camino de nuestra vida cristiana.

Tenemos un medio de vislumbrar ese futuro de esperanza que nos anuncia Isaías y descubrir los obstáculos que se nos cruzan en el camino. Este camino es la lectura y meditación de la Palabra de Dios contenida en la Biblia. Hoy contamos con una gran facilidad de acceder a la Sagrada Escritura y comprender su mensaje de salvación. Nuestros antepasados lo tenían más difícil: tan solo contaban con la predicación del sacerdote, pues los textos sagrados no estaban en su lengua o sencillamente estaban solo al alcance de los expertos. Por el contrario, hoy contamos con buenas traducciones y excelentes interpretaciones y comentarios que nos acercan al verdadero mensaje: mensaje de esperanza y conversión.

Aprovechemos estos días del adviento para leer y meditar la Palabra de Dios; su lectura pausada nos ayudará también en nuestra oración personal.

En estos días de la novena de la Inmaculada, ella nos acompañará en nuestra preparación para la venida del Señor si así se lo pedimos.

Virgen de la Esperanza, en nuestra marcha, encamínanos hacia la Luz, donde nos aguarda Dios Padre junto a tu hijo Jesús. Amén.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

I DOMINGO DE ADVIENTO - A

 Mt 24, 37-44


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

 

COMENTARIO

«Visión de Isaías, hijo de Amós». Así comienza Isaías a lanzar su imaginación al viento y tejer un paraíso soñado para su pueblo Israel. Tal vez sea esto lo que nos falta a los hombres de nuestro tiempo y, en particular, a los cristianos:

Nos falta imaginación o carecemos por completo de ella, porque nuestra esperanza apenas ilumina las tinieblas de nuestro mundo. Son muchos, pero aún insuficientes los creyentes pletóricos de esperanza navegando en la barquilla de su imaginación por el revuelto mar del mundo, reavivando la ilusión perdida por tantos hombres. Necesitamos luces de esperanza que deslumbren nuestro mundo con su luz, nuevos Isaías, hombres ilusionados, llenos de paz, serenidad, armonía, compasión y perdón.

Hoy san Mateo nos invita a la vigilancia. Para un cristiano estar vigilante es estar esperanzado, pletórico de ilusión, optimista de la vida; porque se sabe salvado, redimido, amado por Dios Padre. ¿Pero quedará algo de esta fe, que avive nuestra esperanza, cuando vuelva el Hijo del Hombre? Jesús lo ponía en duda (Lc 18, 8).

Los israelitas, de peregrinación hacia la Ciudad Santa de Jerusalén, se olvidaban del sufrimiento y penalidades del camino ante la visión de la grandiosidad del Tempo en el que habitaba Yahvé, y prorrumpían en cantos de alegría, como el salmo 121 que rezábamos entre lecturas: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén».

Para el cristiano, el comienzo de un nuevo año litúrgico debe significar un rearme de ilusión; se trata de recargar las pilas para que nuestra lámpara alumbre al mundo con mayor brillo. Solo así seremos creíbles y tal vez nos pregunten por qué en medio de tantas desgracias humanas, en un mundo que se derrumba sobre nuestras cabezas, nos mantenemos en pie ante la venida del Hijo del Hombre.

Ahora bien, preguntémonos si realmente deseamos que el Señor venga, que llegue ya la plenitud de la vida que tanto añoramos. Si no es así, es que nos sentimos satisfechos con lo que somos y tenemos, despreocupados de los demás e incluso de nosotros mismos. El auténtico discípulo de Jesús es el que cree que el Reino ya se ha hecho presente en este mundo, pero aún no en su plenitud y, por lo tanto, no puede dejar de trabajar para que sea una realidad que el mundo alcance la paz y hermandad soñadas por el Señor.

La invitación de san Mateo a vivir preparados significa vivir ilusionados, esperanzados en nuestra tarea diaria de sembrar la paz y hermandad entre todos los hombres, sintiéndonos seguros en manos de Dios Padre.

San Pablo invita a los cristianos de su tiempo a estar despiertos, siendo conscientes del momento en el que viven. Revestíos del Señor Jesucristo, comenzando por desvestirse de envidias, borracheras, comilonas y toda clase de desenfrenos; en una palabra, vivir con dignidad. Esta es una buena forma de prepararnos ante la proximidad de la Navidad.

María nos acompaña a lo largo del adviento, tiempo de espera y esperanza: Ella esperó y alumbró al Hijo de Dios. ¡Avivemos nuestra lámpara de fe ante la inminente llegada del Hijo de Dios a nuestras vidas!