CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie
puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay
diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios,
pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra
todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque,
lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un
mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.
COMENTARIO
El agua, el fuego y el viento son
tres elementos de la naturaleza que nos ayudan a comprender lo que significa el
Espíritu en nuestra vida de creyentes y en la comunidad eclesial.
El agua riega la tierra y la hace
fértil, el fuego purifica y el viento alivia, fortalece o destruye. Ahora bien, para que esta vitalidad del
Espíritu sea eficaz es necesario que la planta esté sembrada en el surco, que
la rama forme parte del montón de leña que arde en la hoguera y estar expuestos
a la brisa que alivia el calor o al fuerte viento que fortalece las raíces del
árbol o se lleva las ramas estériles.
El Espíritu –nos dice Pablo- une a
los miembros de la comunidad creyente, les pacifica, les impulsa a la acción,
les adorna con la abundancia de sus dones. Sin embargo, parece imprescindible
estar dentro del grupo; pues el Espíritu se hace presente cuando la Iglesia ora
en comunidad.
La Iglesia se asemeja también al
cuerpo, formado por diversidad de miembros y cuya cabeza es Cristo. Para que la
sangre del Espíritu llegue a todos sus miembros es necesario estar unidos al
cuerpo.
¡Hermosas y expresivas imágenes para
ahondar en la comprensión del misterio de la presencia del Espíritu en la
Iglesia!
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