jueves, 5 de junio de 2014

PENTECOSTÉS - A

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

COMENTARIO

El agua, el fuego y el viento son tres elementos de la naturaleza que nos ayudan a comprender lo que significa el Espíritu en nuestra vida de creyentes y en la comunidad eclesial.
El agua riega la tierra y la hace fértil, el fuego purifica y el viento alivia, fortalece o destruye.     Ahora bien, para que esta vitalidad del Espíritu sea eficaz es necesario que la planta esté sembrada en el surco, que la rama forme parte del montón de leña que arde en la hoguera y estar expuestos a la brisa que alivia el calor o al fuerte viento que fortalece las raíces del árbol o se lleva las ramas estériles.
El Espíritu –nos dice Pablo- une a los miembros de la comunidad creyente, les pacifica, les impulsa a la acción, les adorna con la abundancia de sus dones. Sin embargo, parece imprescindible estar dentro del grupo; pues el Espíritu se hace presente cuando la Iglesia ora en comunidad.
La Iglesia se asemeja también al cuerpo, formado por diversidad de miembros y cuya cabeza es Cristo. Para que la sangre del Espíritu llegue a todos sus miembros es necesario estar unidos al cuerpo.
¡Hermosas y expresivas imágenes para ahondar en la comprensión del misterio de la presencia del Espíritu en la Iglesia!
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