miércoles, 22 de diciembre de 2021

SAGRADA FAMILIA - C

Lc 2, 41- 52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

- Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Él les contestó:

- ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

COMENTARIO

Dentro de las fiestas del tiempo de navidad, la Iglesia dedica este domingo a recordar y celebrar a la Sagrada Familia, la familia de Jesús. Es un buen momento para meditar en los valores que esta familia nos aporta para nuestras propias familias. Sobre todo es bueno fijarnos en los valores, no en los aspectos negativos que vemos en nuestra sociedad y particularmente en muchas familias: los valores nos ayuda a construir, las críticas, no.

Actualmente no es fácil vivir en familia. En primer lugar, son muchos los que no creen en la vida de familia tal y como la entendemos los cristianos. Hoy nuestro testimonio puede ser de gran ayuda en estos momentos de incertidumbre. Los cristianos podemos ofrecer, desde el evangelio y la tradición cristiana, testimonios de armonía, estabilidad, renuncia, entrega y unidad entre sus miembros. La familia, entendida y construida desde la imagen que nos ofrecen los evangelios y la tradición cristiana de siglos, creemos que sigue siendo el hogar de crecimiento de sus miembros en «sabiduría, estatura y gracia».

¡Amar! Aquí está la clave de la buena armonía familiar. Dios también quiso hacerse hombre en el seno de una familia, respetando y aceptando la estructura tradicional de la familia. ¿Por qué? Fácilmente lo entenderemos si somos conscientes de lo que significa el verbo amar. Si consultas el diccionario de la Real Academia, no vas a enterarte de toda la riqueza de contenido que esconde esta palabra.

Amar es algo más que poseer amor, amar es un verbo activo que debemos conjugar a lo largo de toda nuestra vida. Amar es ponerse en acción, no se reduce a sentir afecto por alguien. Amar es respetar, aceptar, perdonar, corregir, olvidar, sacrificarse, gastarse por el otro, servir, darse a cambio de nada, comprender, disculpar... En el libro del Eclesiástico y en la carta de san Pablo a los colosenses, que se leen en este domingo, encontrarás muchos matices del verbo amar. El fruto final ciertamente es el amor, que nunca se logra en plenitud, y que en la medida que abandonas el ejercicio de amar, el fruto languidece, se agosta, se torna raquítico y se desprende del árbol de la vida.

Aquí está el verdadero problema de la familia actual. Para las parejas y matrimonios jóvenes y no tan jóvenes, sentir afecto por el otro es amar, y el día que no siento nada por el otro ya no le amo, ya no nos amamos. Confundimos la voz pasiva con la activa: sentir es verbo pasivo y amar es activo. Dios no se comporta así con nosotros, Dios Padre conjuga, sin descanso, el verbo amar con nosotros. Jesús, María y José se amaban sin desfallecer: tres días estuvieron buscando a su hijo, angustiados cuando se quedó en el Templo. En el hogar de Nazaret, María conservaba todo en su corazón, aunque no siempre comprendía; José hacía de padre: trabajaba para mantener la familia, comprendía y muchas veces le costaría entender, pero respetaba las decisiones de su hijo. En una palabra, en el hogar de Nazaret se aceptaba y cumplía la voluntad del Padre.

Volvamos en este día a la Sagrada Familia y que ella nos ilumine y ayude en la construcción de nuestro hogar familiar.

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