miércoles, 22 de junio de 2022

XIII DOMINGO ORDINARIO - C

 Lc 9, 51-62


Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envío mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, le preguntaron.
- Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
El se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
- Te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió:
- Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
A otro le dijo:
- Sígueme.
Él respondió:
- Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó:
- Deja que los muertos entierren a tus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
Otro le dijo:
- Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó:
- El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.


COMENTARIO

En palabras del propio Jesús, escuchamos qué significa ser el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador: padecer, ser crucificado…; el Hijo de Dios ha venido a servir y dar la vida… Pues bien, parece que los apóstoles no se han enterado muy bien del mensaje: seguir al Hijo de Dios es tomar la propia cruz y seguirle. Ellos siguen pensando hasta el día de su muerte en cruz, en el Mesías todopoderoso, que con un simple gesto aniquilará a las legiones romanas:
Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? No obstante, el Señor no se da por vencido y se dispone a dar la segunda lección, aun cuando sus oyentes no han asimilado la primera. Ahora sus palabras suenan fuertes, escandalizadoras, desconcertantes para un buen judío: ya no se puede uno ni detener a enterrar a sus muertos, algo tan sagrado y de obligado cumplimiento filial; tampoco se puede desandar el camino para despedirse de la familia; y si te has decidido a seguirlo, ilusionado por el mensaje del Reino, no es de recibo volverse atrás ante la primera dificultad.
Es seguro que san Lucas vivió el entusiasmo de las primeras comunidades, donde todo se compartía, comunidades que acudían a celebrar la acción de gracias (eucaristía) y salían decididos a anunciar y vivir el evangelio; pero es también muy probable que viviera los primeras deserciones, desalientos en la vivencia del evangelio y debilitamiento en el compromiso por el proyecto del Reino.

Nuestro cristianismo experimenta estas vicisitudes en grado superlativo; san Lucas las contempló en sus inicios. Por ello, hoy las palabras del evangelio de san Lucas tienen que resonar con fuerza en nuestros templos. Los cristianos hemos de despertar y proponer a las nuevas generaciones una vivencia del evangelio más radical. El seguimiento del Reino no admite condiciones. Es necesario ser totalmente libres, no estar esclavizados por nadie ni por nada, no se pueden interponer en nuestro camino obstáculos que nos impidan o entorpezcan la construcción urgente del Reino. Hoy nos estorban tantas personas, cosas, actividades, acontecimientos: la familia, los amigos, la movida del fin de semana, la tele, las vacaciones, la playa, las fiestas y hasta el móvil y el “facebook”… No tenemos tiempo ni nos quedan fuerzas para pensar en los que más nos necesitan: ancianos, enfermos, hambrientos, niños faltos de educación, gente sin hogar, parados, pecadores… El Reino nos reclama, pero no olvidemos que si no nos liberamos antes de todas las ataduras que nos mantienen encarcelados en nosotros mismos, no es posible seguir al Señor. ¡El cristianismo descafeinado, ‘light’ tiene que desaparecer! De nosotros depende que así sea. Es más, es seguro que muchos jóvenes retornarán a nuestras iglesias el día que nos decidamos a seguir al Señor de verdad. Mientras tanto vayamos liberándonos de tanto estorbo.

Señor, hoy no te pido cosas: salud, bienestar, bienes de aquí abajo. Voy a despojarme de todo egoísmo, de todo interés material. Hoy tan solo me interesas tú y el proyecto de tu reino. Tu palabra me abre caminos nuevos de vida. Ayúdame a descubrirlos. Amén.

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