miércoles, 31 de enero de 2024

V DOMINGO ORDINARIO - B

 

Mc 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:

-Todo el mundo te busca.

Él les respondió:

- Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

 

COMENTARIO:

Hoy san Marcos nos pinta magistralmente una jornada de Jesús, concretamente el sábado, el domingo para nosotros.

Comienza acudiendo a la sinagoga a escuchar la lectura y explicación de las Sagradas Escrituras, como era costumbre de todo buen israelita. Tras ese encuentro comunitario, acude a casa de Pedro a comer y tener un rato de encuentro festivo con sus más íntimos; pero hay un obstáculo que va a estropear la fiesta: la suegra de Pedro está enferma. La primera ocupación de Jesús será curar a la suegra de Pedro; de esta forma la fiesta será completa. Este es un detalle que no escapa a la sensibilidad y atención de Jesús. Y es que la principal preocupación de Jesús –parece decirnos san Marcos– es aliviar todo sufrimiento. Transcurre el resto del día atendiendo a los enfermos y poseídos, que habían acudido a la casa de Pedro ante la noticia de la curación.

El dolor, la enfermedad, el sufrimiento, particularmente de los inocentes es el gran argumento contra Dios hoy: Si Dios existe y dice que es nuestro padre, ¿cómo puede tolerar tantas desgracias?

Es la pregunta que se hace también Job en la primera lectura de hoy: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué se calla ante tanto sufrimiento?

Pues bien, hoy san Marcos nos responde en su evangelio. Dios se ha encarnado en su hijo Jesús para decirnos, como dijo durante toda la historia de la humanidad a través de los profetas, que su principal preocupación no es que sus hijos le honremos con celebraciones y ritos religiosos: «Vuestros sacrificios no los soporto […] Preocuparos del huérfano y atended a la viuda» (Is 1, 11ss). La preocupación principal de Jesús no es la renovación de los ritos litúrgicos del Templo ni de las sinagogas, su principal preocupación es humanitaria: A Jesús le conmueve el dolor, no tolera el sufrimiento en sus semejantes y por eso se acerca al enfermo, saltándose la ley del descanso sabático si es preciso. San Marcos nos dice que Jesús se interesaba por el enfermo, le animaba a confiar en Dios, perdonaba su pecado, sanaba su enfermedad o aliviaba su dolor.

Ante tanto dolor de las familias por sus miembros que mueren, víctimas de todo tipo de violencia (guerra, terrorismo, abuso de poder, enfermedades inesperadas, accidentes…) que padecemos, también nosotros nos podemos preguntar dónde está Dios Padre. ¿Le preocupa a Dios realmente nuestra situación?

La respuesta la tenemos en el texto de san Marcos. Jesús, ante tanto enfermo, se pone inmediatamente a hacer lo que está en sus manos: acercarse, consolar, animar, ayudar, curar. Y es que es esta la forma de actuar de Dios Padre. Nos envía a su hijo para que nos sirva de ejemplo. Esto mismo que hace Jesús es lo que debemos hacer nosotros. Dios Padre cuenta con nuestra inteligencia y nuestras manos para aliviar al mundo de sus sufrimientos.

No busquemos otro modo de intervención milagrosa de Dios que la que nos muestra por medio de Jesús, su hijo, y ahora por medio de cada uno de nosotros. Él está con nosotros en esta tarea que nos afecta tan de cerca: aliviar el dolor en nuestros hermanos que sufren.

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