miércoles, 11 de junio de 2025

SANTÍSIMA TRINIDAD - C

 Jn 16, 12-15


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

 

COMENTARIO

Hoy celebramos la fiesta de nuestro Dios. Los teólogos clásicos quisieron dejarnos plasmada la imagen de Dios en sus tratados de teología, empleando un lenguaje que hoy se nos antoja difícil de entender: Dios es uno en tres personas, Dios Uno y Trino. Así lo memorizamos desde el catecismo, pero, a día de hoy, sigue antojándosenos tan incomprensible como cuando lo aprendieron nuestros antepasados.

Hoy vivimos en el mundo de la imagen: “Una imagen vale más que mil palabras” –decimos. Las nuevas generaciones están abiertas a la comprensión de las imágenes, los conceptos teológicos clásicos no están a su alcance, no satisfacen su curiosidad, ni les resultan comprensibles.

Dios Padre quiso hacerse comprensible haciéndose uno de nosotros –la mejor imagen que podía ofrecernos de sí mismo–, encarnándose en su hijo Jesús. De este modo sabemos que Dios no está tan lejos de nosotros ni nos resulta invisible. En su hijo Jesús lo vemos de la forma más perfecta que podamos llegar a conocer dentro de nuestras limitaciones. El modo de actuar de Jesús es el modo de actuar de Dios y el más perfecto que podemos llegar a alcanzar nosotros mismos; de modo que ahora viendo a su hijo Jesús y contemplando a los hombres, nuestros hermanos, vemos al mismo Dios presente entre nosotros. No es posible encontrarlo tan perfectamente en ningún otro lugar. Podemos afirmar que el hombre es la imagen más perfecta de Dios que podamos ver y llegar a comprender, dentro de nuestra propia finitud material y espiritual, teniendo en cuenta también nuestro pecado que ensombrece considerablemente la imagen de Dios.

Efectivamente, la imagen de Dios que reflejamos queda notablemente oscurecida por el pecado, por la maldad de la que aún no nos hemos liberado del todo; de aquí que, remedando a san Pablo, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, pongámoslo en acción y Dios Padre será más visible en el mundo entre nosotros. En la medida en que imitemos con mayor perfección a Jesús, imagen perfecta de Dios, conseguiremos ver a Dios con mayor claridad. No tenemos otro camino de saber quién y cómo es Dios Padre.

El Espíritu de Dios es esa fuerza, aliento de vida, vigor, buenos deseos, comprensión, perdón, compasión, generosidad, amabilidad, bondad, serenidad, paz, alegría: son lo que llamamos los dones del Espíritu, que están dentro de nosotros y nos impulsan a hacer siempre el bien. Se trata del mismo Dios, quien nos anima constantemente e incansablemente a la acción.

El papa Francisco nos dejaba esta imagen de Dios en el mes de junio de 2020: Queridos hermanos, la fiesta de hoy (Santísima Trinidad) nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer pueda encontrarla y obtener la vida eterna.

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