sábado, 25 de diciembre de 2010

II DOMINGO DE NAVIDAD - A

SAN JUAN 1, 1- 18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Este es de quien dije: el que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo".
Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.


COMENTARIO:
Un buen día se dijo Dios: ‘No me entienden los hombres que he creado, hablan de mí sin conocerme, no acaban de comprenderme, se hacen imágenes mentales mías que no tienen nada que ver con lo que yo soy; de modo que voy a enviar a mi Hijo entre ellos, y entonces espero que todo sea más fácil’. Y efectivamente, Dios se hizo uno más de nosotros en su Hijo.
Desde entonces todo resulta más fácil en nuestro mundo. Ahora podemos ver el rostro de Dios, sabemos cómo actúa, cómo se conmueve ante los sufrimientos de los hombres. Es un Padre que se alegra con los éxitos de sus hijos, que atiende a los más débiles en primer lugar, que perdona siempre, que se acerca al necesitado, que consuela al enfermo y lo sana, que defiende al oprimido contra las injusticias, que monta en cólera contra los opresores y aprovechados del mundo…
San Juan afirma que otra imagen más nítida de Dios no podemos alcanzar a verla: Solo el Hijo ha visto al Padre y refleja en su persona, en su actuar y hablar, la Paternidad de Dios.
El problema ahora radica en nosotros: aceptarlo o no como se nos manifiesta en su Hijo. Dios no puede hablar con mayor claridad. Sin embargo, el propio san Juan es consciente de que son muchos los que no aceptan a Dios así: lo querrían más a su medida, a sus caprichos, a sus intereses egoístas, encerrarlo en sus posesiones lejos del alcance de los demás, tener su exclusiva. No obstante, Dios no es así, como nos lo pintan los hombres, y además no puede ser de otra forma. Se trata pues de aceptar o no.
San Juan nos dice que a cuantos le reciben como se manifiesta en su Hijo les otorga la filiación divina. Todos estamos invitados a recibirle y a nadie se le permite cambiar la imagen de Dios contemplada en su Hijo. Si aceptamos seremos hijos de Dios para siempre.

*********
OTROS COMENTARIOS
------

No hay comentarios:

Publicar un comentario