miércoles, 22 de diciembre de 2010

MISA DE GALLO-A

SAN LUCAS 2, 1- 14En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
-No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
-Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.


COMENTARIO:‘Pues si es Dios ¿cómo ha querido // estar con tan pobre gente?’ –se preguntaba santa Teresa de Jesús en uno de sus poemas sobre el nacimiento del Hijo de Dios.
La pregunta de santa Teresa también nos la seguimos haciendo todos los hombres de buena voluntad y la respuesta la encontramos en el evangelio de san Lucas, en el segundo capítulo: ‘Gloria in altissimis Deo, et super terram pax in hominibus bonae voluntatis’: ‘Gloria a Dios en lo más alto, y sobre la tierra paz a los hombres de buena voluntad’.Resulta más expresivo y claro el texto latino que la traducción que se ofrece en el texto evangélico que escucharemos en la misa de Gallo o en la de Navidad, si así lo juzga conveniente el sacerdote que nos celebre la eucaristía. Al texto evangélico que ofrezco, le vendría muy bien una coma (,) para mostrar toda su riqueza de contenido: ‘Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres, que Dios ama’; porque entiendo que Dios ama a todos los hombres. El sentir o no el amor de Dios es obstáculo nuestro y no de Dios, porque Dios ofrece a todos su amor.
Y en esto consiste la Natividad: Dios nos regala la Paz (su Hijo) a todos los hombres de buena voluntad, lo conozcamos o no, le aceptemos como Padre o no, lo reconozcamos como Creador o no. Lo que se nos pide para ser llenos de Paz es la buena voluntad, que consiste en la búsqueda sincera de la Verdad y el Amor. Si lo buscamos de verdad, lo encontraremos, porque Él se deja encontrar por quien lo busca.
Santa Teresa, en su pregunta, se adentra en las profundidades del misterio, que no nos es posible clarificar; sin embargo, es suficiente con que nos asombremos y agradezcamos la decisión firme de Dios de encarnarse en las miserias de la humanidad para redimirla. Cuanto más nos adentremos en el misterio más admiraremos y agradeceremos a Dios Padre por el inmenso Don que nos ha traído a la tierra: El Hijo que se encarna y da la vida por todos los hombres, haciéndolos hijos de Dios.

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