miércoles, 23 de febrero de 2011

VIII DOMINGO ORDINARIO - A

SAN MATEO 6, 24-34
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podría añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan, ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por la mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos”.

COMENTARIO:

¿Qué es lo más importante para Dios? Esta es la pregunta que Jesús nos plantea hoy en el relato evangélico y, ante nuestro desconcierto y dudas de dar con la respuesta correcta, él nos la adelanta. Para Dios Padre lo único importante somos nosotros, los hombres: cada persona es para Dios lo más importante, y al servicio de ella pone toda su sabiduría, todo su cariño, todo lo mejor que tiene. Si lo más importante para Dios fueran las riquezas y tesoros de la tierra, hace tiempo que estaría esclavizando al hombre para sacarlas de las mismas entrañas de la tierra.
Y si para Dios lo más importante somos nosotros y jamás se olvidará de nadie, como una madre no se olvida de sus hijos, y ni aun en este último caso, esto significa que nosotros, sus hijos, hemos heredado de él esa misma virtud: lo más importante para nosotros son los hombres; lo hemos heredado como rasgo genético de Dios y, al mismo tiempo, como proyecto a alcanzar.
Y, si esto es así, ¿a qué preocuparnos por el alimento, el vestido, el mañana? En estos agobios, en estas preocupaciones pasamos los días de nuestra vida; y por ello hay hambre, miseria, olvido, abandono, desinterés, egoísmo; en una palabra, de aquí las crisis económicas de la historia, los sufrimientos de tantos pobres y abandonados por sus hermanos los hombres.
Sin embargo, si creemos y nos sentimos hijos de un Dios, Padre de todos, que es todo darse, que no es acaparador ni busca su propio interés; si entendemos que Dios no aumenta su gloria ni felicidad por haber creado al hombre ni por haber enviado a su propio hijo a salvar a la humanidad, entonces entenderemos que nosotros, hechos a su imagen, estamos llamados a ser como él: todo para todos. Que lo único que nos preocupe sean los hombres, particularmente los más indefensos, débiles y necesitados. Así como una madre se cuida más del hijo más débil, así Dios Padre se cuida de cada uno de nosotros; y así estamos llamados a hacerlo nosotros. En esto consiste la tarea de la construcción del Reino de Dios. Todo lo demás, de sobra sabe Dios Padre que tenemos necesidad de ello, y nos vendrá por añadidura. ¡Preocupémonos únicamente por el Reino!
***********
OTROS COMENTARIOS
......
--------
------

No hay comentarios:

Publicar un comentario