martes, 1 de marzo de 2011

IX DOMINGO ORDINARIO - A

Mateo 7, 21-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: «Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?».
Yo entonces les declararé: «Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados».
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.

COMENTARIO:
San Mateo parece decirnos que lo importante es escuchar al Maestro. San Mateo no interpreta, ni adoctrina sobre el importante discurso que acaba de pronunciar Jesús. Concluye el discurso de Jesús afirmando que lo importante es escuchar las palabras de Jesús, no las que él pueda decir a modo de explicación, intentado clarificar.
El último informe sobre los jóvenes de la Fundación Santa María nos presenta a la Iglesia como una de las instituciones menos valoradas. Algo debemos estar haciendo mal en nuestras catequesis, en nuestra tarea de anunciar el evangelio. Tal vez san Mateo hoy nos aporte algo de luz. Él no adoctrina, no interpreta, no deduce doctrinas nuevas a partir de la enseñanza del propio Jesús; simplemente expone con la mayor exactitud y sencillez la palabra escuchada; y nos dice que nosotros hagamos lo mismo: escuchar la enseñanza del Señor.
Lo cierto es que hoy nuestros jóvenes no aceptan ningún tipo de adoctrinamiento, ponen en cuestión toda autoridad, toda imposición de doctrina basada en la autoridad de cualquier persona, por docta que sea. Sin embargo, el evangelio les sigue resultando atractivo y la persona de Jesús, fascinante; pero no aceptan que les impongamos la imagen que nosotros nos hemos formado del propio Jesús.
¿Qué hemos de hacer ante tal situación? ¿No estaremos construyendo sobre arena? ¿Nos sirven para algo los grandes y bien elaborados documentos doctrinales? ¿Qué hemos de hacer para construir sobre roca?
San Mateo apunta una clara solución. Hay que hacer la voluntad del Padre que está en los Cielos, hay que escuchar la palabra del Maestro, hacerla objeto de meditación, oración y contemplación. San Mateo no se atrevió a corregir ni mejorar la palabra de Jesús. ¿No estaremos cayendo nosotros en este defecto? ¿No estaremos enmendando la Palabra, acomodándola a nuestros intereses?
Así pues, creo que debemos estar siempre vigilantes para no hacernos imágenes de Dios a nuestra medida. Para ser fieles a la voluntad de Dios Padre debemos acudir una y otra vez al Evangelio: ahí está la enseñanza que debemos asimilar. De lo contrario, podremos hacer hasta milagros, pero no por eso cumpliremos la voluntad de Dios Padre ni nuestra imagen se irá conformando con la del Maestro y, por consiguiente, él no nos reconocerá en el último día.
OTRAS REFLEXIONES

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