Hermanos:
Cuando Cristo entró en el mundo, dijo:
-Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocausto ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro:
-Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.
Primero dice:
- No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias -que se ofrecen según la ley-. Después añade: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
COMENTARIO:
El plan de salvación de Dios sobre el mundo se hace realidad gracias al sí de María y a la obediencia de Jesús. Dios se hace uno de nosotros para mostrarnos que su plan es realizable en nosotros, siempre y cuando lo vivamos con fe y esperanza, en la obediencia a la voluntad de Dios Padre.
La obediencia se muestra en la entrega generosa, manteniendo la fe en que ahí tiene lugar nuestra salvación, nuestra felicidad.
Hay pues dos actitudes claves: fiarse ciegamente de Dios y la oblación de uno mismo.
Al celebrar en estos días el misterio de la Encarnación, nuestra plegaria ha de ser esta: «Señor, fortalece nuestra fe y robustece nuestra voluntad para que seamos capaces de entregar generosamente nuestra vida por los otros».
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