miércoles, 5 de marzo de 2014

I DOMINGO DE CUARESMA - A

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 5, 12-19
Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una trasgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la trasgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria.
Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.
En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

COMENTARIO

Con la venida de Jesús, Dios ha realizado una nueva creación del hombre y del mundo. Es la contraposición del primer hombre, Adán, con Jesús. Se trata de la respuesta que el Espíritu aporta a la humanidad, una respuesta de salvación.
Sin duda que este es el mensaje que nos quiere transmitir el autor de la carta a los romanos. Toda la argumentación va destinada a demostrar esta idea central.
El plan de salvación frustrado por el pecado del primer hombre es rehabilitado y perfeccionado por el gesto de amor incondicional de Dios Padre hacia la humanidad.
Esta es la tarea que tenemos los discípulos de Cristo: Hacer que la humanidad se sienta justificada por la obediencia de uno: nada menos que del hijo de Dios hecho hombre, compartiendo nuestra historia para redimirla con la muerte en cruz.
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