CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 8-11
Hermanos:
Los
que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis
en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en
vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está
con vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el
Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el
que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
COMENTARIO:
También nosotros, creyentes del siglo XXI necesitamos levantar el ánimo de nuestra esperanza. La muerte es una pesada losa que sólo la fe cristiana puede levantar. Necesitamos de profetas, llenos del Espíritu del Señor, que fortalezcan nuestra débil fe y aviven la tenue llama de nuestra esperanza. No ha muchos años uno de estos profetas nuestros nos hablaba así de la muerte, que él veía próxima ante sí:
«Y entonces vio la luz
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir solo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar dejando los dolores lejos,
la noche-luz tras tanta noche oscura».
(José Luis Martín
Descalzo en 'Testamento del Pájaro Solitario')
La proximidad de la Pascua nos
invita a recordar nuestro final, pero con esperanza. San Pablo trata de
levantar el ánimo de la comunidad de Roma: La cuaresma de la vida se hace
larga, pero si habita en nosotros el Espíritu del Señor, también a nosotros nos
resucitará el Padre. Y la prueba de que habita en nosotros el Espíritu es que
hacemos las obras del espíritu, no las de la carne.
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