PRIMERA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 10, 16-17
Hermanos:
El
cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo?
Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno,
y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos
todos del mismo pan.
COMENTARIO
La situación de la comunidad de
Corinto era desastrosa: divisiones, enfrentamientos, tensiones, envidias...; la
propia reunión dominical se había convertido en desenfreno, borracheras, orgía.
Pablo les invita a recuperar el primitivo ambiente de fe al reunirse en la
participación de la eucaristía, porque el pan y el vino, transformados en el
cuerpo y sangre de Cristo les unen en comunidad; no son solo signo de unidad
sino también producen esa unión comunitaria.
Probablemente la comunidad de
Corinto había perdido el sentido profundo de fe de aquellas reuniones
dominicales. Hoy tal vez nos suceda lo mismo a los cristianos de nuestro
tiempo; nos da lo mismo acudir que no a la eucaristía dominical, porque la
vemos aburrida, con escaso sentido, en ocasiones incomprensible, de poca
utilidad; en nada se parece a cualquier otra reunión de compañeros de empresa,
amigos o familia. La inmadurez en la fe o el haber perdido el contexto de fe en
el que se debe vivir la eucaristía nos hace inconscientes de la fuerza de
unidad y comunión con Cristo que encierra y del alimento espiritual que supone
para nuestro caminar cristiano.
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