Carta de san Pablo a los Romanos 12, 1-2
Os exhorto, hermanos, por
la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa,
agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
COMENTARIO
La corporeidad también forma
parte del culto agradable que debemos ofrecer a Dios. En el entorno pagano en
el que se mueven los cristianos, los ritos mágicos pretendían liberar al hombre
de la pesada carga que supone el cuerpo: dolores, limitaciones físicas… En el
culto cristiano también el cuerpo toma protagonismo en el culto a Dios: «…presentar
vuestros cuerpos como hostia viva».
Por otra parte el culto del
creyente debe tener posteriores implicaciones en la vida cotidiana: transforma
nuestro modo de pensar, sentir, nuestra voluntad…; nos ayuda a discernir la
voluntad de Dios y nos impele a comprometernos en la renovación de la propia
vida personal y de los demás, orientándolas hacia Dios.
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