HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 25-26,34-35,44-48
Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio salió a su encuentro y
se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo levantó diciendo:
- Levántate, que soy un hombre como tú
Pedro tomó la palabra y dijo:
- Está claro que Dios no hace distinciones: acepta al que
lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.
Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu
Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas
extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían
venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se
derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:
- ¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han
recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron
que se quedara unos días con ellos.
COMENTARIO
«Está claro que Dios no hace distinciones». Aquí tenemos la
actitud más importante contra todo tipo de intransigencia. El cristiano se debe
distinguir por su apertura y aceptación de todos; es más el amor al prójimo
alcanza también al posible enemigo: Esto es lo que le diferencia de los no
seguidores de Jesús.
El papa Francisco insiste mucho en la misericordia, en que
el sacerdote debe perdonar siempre, que no hay lugar para la excepción. Y es que
el mandamiento del amor, del amaos unos a
otros como yo os he amado va más allá del ejercicio laudable de la
misericordia, del perdón.
Si nuestra vida camina por la senda de la aceptación, la
misericordia y el amor estaremos siendo fieles testimonios del evangelio ante
el mundo que nos contempla.
Hoy puede ser un buen día para preguntarnos a nosotros
mismos: ¿A quién no aceptaría de ninguna manera?, ¿a quién perdonaría pero no
me olvidaría de lo que me hizo?, ¿hay alguien a quien me resultaría imposible
amar? Las respuestas nos pueden ayudar a fijarnos metas a alcanzar hasta que no
haya excepciones.
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