jueves, 28 de abril de 2016

VI DOMINGO DE PASCUA - C

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 15, 1-2.22-29
En aquellos días, unos que bajaban de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circundaban como manda la ley de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los Apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los Apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquia con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes de la comunidad, y les entregaron esta carta:
«Los Apóstoles, los presbíteros y los hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que no os contaminéis con la idolatría, que no comáis sangre ni animales estrangulados y que os abstengáis de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud».

COMENTARIO

Este pasaje hemos de situarlo en el contexto de la celebración del concilio de Jerusalén. La comunidad cristiana se reúne para tratar los graves problemas que aquejan a la Iglesia en ese momento. ¿Qué enseñanza nos puede dejar a nosotros hoy?
En primer lugar, se cuestiona la libertad alcanzada con la venida de Cristo. La decisión final es sencilla y clara. No hay que pasar obligatoriamente por el judaísmo con todas sus prescripciones (la circuncisión) y el seguimiento estricto de la Ley de Moisés para ser cristianos. Esta libertad nos la ha dado el Señor. También hoy necesitamos volver a Jerusalén a consultar a la comunidad apostólica: volver una y otra vez a nuestros orígenes, al espíritu del evangelio, para no caer en las ataduras de prácticas y costumbres legales que se introducen en las diversas épocas de la historia. Con frecuencia nos aferramos a ritos, normas, prácticas que nos dan una falsa seguridad sobre nuestro comportamiento religioso. Resulta más difícil caminar en la libertad que nos otorga la Cruz salvadora de Cristo; sin embargo, esta es la que realmente nos salva.
Por otra parte, la comunidad cristiana también tiene una aportación que hacer a la hora de solucionar los variados problemas de la Iglesia. En la primitiva comunidad cristiana todos son invitados a exponer su parecer y buscar, entre todos, una solución satisfactoria acorde con el evangelio.

Finalmente, el Espíritu es la fuerza con la que hemos de contar para afrontar acertadamente las dificultades que vamos encontrando en nuestro vivir cristiano. El Señor insistió en su despedida que pidiéramos la fuerza del Espíritu: «Él será quien os lo enseñe todo».
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