jueves, 16 de junio de 2016

XII DOMINGO ORDINARIO - C

PROFECÍA DE ZACARÍAS 12, 10-11; 13, 1
Esto dice el Señor:
«Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de perdón y de oración, y volverán sus ojos hacía mí, al que traspasaron.
Le harán duelo como de hijo único, lo llorarán como se llora al primogénito.
Aquel día el duelo de Jerusalén será tan grande como el de Hadad-Rimón, en los llanos de Meguido.
Aquel día brotará una fuente para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, remedio de errores e impurezas».

COMENTARIO

La profecía recoge una serie de oráculos, entre los que destaca esta promesa de la futura renovación de Israel: se trata de una liberación de los enemigos y posteriormente, de una renovación interior, obra del Espíritu, espíritu de perdón y oración.
Dios, que es fiel a su promesa, atiende con frecuencia y fidelidad a las necesidades de su pueblo: Dios no olvida sus promesas de liberación y salvación. Los profetas reiteran la fidelidad de Dios para con su pueblo (Is 11, 1ss; 42,1; 61, 1ss; Ez 36, 24ss; Jl 3, 1ss).
De este modo, el pueblo, en momentos históricos difíciles, encuentra una luz de esperanza en estos oráculos proféticos.
¿Contamos hoy nosotros con esta valiosa ayuda del Señor? Jesús así se lo prometió a sus más cercanos en el momento de despedirse: «Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19).
Los creyentes necesitamos observar con atención los signos externos que se dan en nuestro entorno para ver que efectivamente Dios no nos ha abandonado. Lo que nos sucede es que muchas veces miramos en dirección opuesta a la que se manifiesta Dios, y por ello nos resulta difícil ver la presencia de la actuación de Dios en el mundo. Y es que son tantos los desastres, las guerras, la violencia, la muerte de tanto inocente, la incomprensión de los hombres, las falsedades, los abusos de unos, la victoria de los malos sobre los buenos que no es fácil mantenerse firmes en la fe y esperanzados sobre el futuro de la humanidad. Dios Padre se nos manifiesta en la otra dirección, en todos aquellos que entregan su vida y energías por los desheredados de este mundo: misioneros, voluntarios, hombres de buena voluntad, que con poco ruido nos muestran las maravillas que podemos hacer si todos adoptáramos su vida de entrega generosa. Todos ellos nos hablan de la presencia activa de Dios entre nosotros. Ellos son los profetas de nuestro tiempo.
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