jueves, 11 de enero de 2018

II DOMINGO ORDINARIO - B

Samuel 3, 3b-10. 19
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió:
– «Aquí estoy».
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:
– «Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Respondió Elí:
– «No te he llamado; vuelve a acostarte».
Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel.
Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo:
– «Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Respondió Elí:
– «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte».
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:
– «Aquí estoy; vengo porque me has llamado».
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel:
– «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha"».
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes:
– «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió:
– «Habla, Señor, que tu siervo te escucha».
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.

COMENTARIO

El tema que sugiere el Libro de Samuel y el evangelio de este domingo es el de la llamada. Dios llama y nos llama a todos, no solo a unos pocos privilegiados; por lo tanto, nadie puede poner la excusa que Dios no le ha indicado a él qué es lo que tiene que hacer en la vida, que él no cuenta para la tarea del Reino.
Sucede con relativa frecuencia que no somos conscientes de la llamada de Dios que hemos recibido porque el ruido del mundo: las prisas, las ocupaciones y preocupaciones diarias no nos dejan tiempo para el silencio; otras veces es el propio silencio el que nos molesta o el temor de que Dios nos llame a una misión que no nos apetece, que nos saca de nuestra comodidad.
En el Libro de Samuel descubrimos algunas características de esta llamada que nos pueden servir de orientación para nuestra propia vida y revelarnos la misión para la que hemos sido convocados por Dios Padre.
Dios nos habla preferentemente en el silencio, o mejor dicho, apreciamos con mayor claridad su llamada en el silencio: Dios habla a Samuel en el silencio y quietud de la noche, mientras descansa.
Esta llamada no produce miedo en Samuel; por el contrario, responde con prontitud; sin embrago, no le resulta fácil distinguir con claridad que es el Señor quien llama. Samuel necesita de una mediación humana para clarificar la llamada: acude a Elí y este le indica el camino que ha de seguir para comprender al Señor, que le llama.
Termina el texto diciendo que Samuel siguió creciendo en el Templo y el Señor estaba con él.

Este es el camino que hemos de seguir también nosotros. Todos somos llamados. Si escuchamos a Dios en el silencio, es decir, alejándonos de todo lo que nos impide escuchar con ánimo abierto a la voluntad de Dios, Dios Padre nos hará crecer como hijos suyos en el camino de la vida.
**********************

No hay comentarios:

Publicar un comentario