jueves, 25 de enero de 2018

IV DOMINGO ORDINARIO - B

DEUTERONOMIO 18, 15-20
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fugo, para no morir”.
El Señor me respondió: “Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá” ».

COMENTARIO

El libro del Deuteronomio impulsa una renovación de la vida religiosa del pueblo. Aquellos israelitas piadosos venidos a Judá después del 721 a. C. traían ideas nuevas, que a nosotros nos pueden resultar excesivamente tradicionales, pero que resultaron ser innovadoras para recuperar una vida religiosa más concorde con la Alianza de Moisés.
Surge así la figura del profeta como enviado por Dios para hacerse comprender por su pueblo. La Iglesia vio, en este anuncio de un profeta transmisor fiel de la palabra de Dios, la figura de Jesús, el hijo de Dios encarnado, por medio del cual el mensaje de Dios nos resulta comprensible.
La figura del profeta es la alternativa a magos, adivinos y vaticinadores. El profeta hablará en nombre de Dios y transmitirá fielmente su palabra. El profeta que diga hablar en nombre de Dios y transmita un mensaje falso tendrá que dar cuentas ante Dios, así como el pueblo que no siga los consejos del profeta.
Dos enseñanzas se desprenden de este texto:
En primer lugar, Dios ha querido siempre el bien de su pueblo; por ello buscó siempre caminos para hacerse comprender por el hombre. La figura del profeta es un paso innovador en la pedagogía de Dios para enseñar al pueblo el camino por donde conducirse para alcanzar la felicidad en la tierra.
En segundo lugar, siempre hubo dentro del pueblo judío hombres piadosos que buscaron el bien del pueblo y no se aprovecharon de él valiéndose de su autoridad o sabiduría. Estos sacerdotes y conocedores de la Alianza abrieron caminos de renovación, con frecuencia arriesgados, como la aparición de la figura del profeta.

Estos judíos piadosos, custodios fieles de la Alianza, son un testimonio para nuestro tiempo: Dios permanece fiel a su amor al hombre y nos anima a emprender con valentía y decisión nuevos caminos de encuentro entre Dios y los hombres.
************************

No hay comentarios:

Publicar un comentario