jueves, 1 de febrero de 2018

V DOMINGO ORDINARIO - B

LIBRO DE JOB 7, 1-4. 6-7
Job habló diciendo:
«¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los de un jornalero? Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario.
Mí herencia han sido meses baldíos, me han asignado noches de fatiga. Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se me hace eterna la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.
Corren mis días más que la lanzadera, se van consumiendo faltos de esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no verán más la dicha».

COMENTARIO

Job describe con gran expresividad la dureza de la vida del hombre sobre la tierra. Compara su propia vida a la de un jornalero que trabaja todo el día soportando la crudeza del tiempo y la dureza del trabajo para obtener una mísera recompensa al final de la jornada. Es más, Job es víctima de una enfermedad dolorosa en extremo e incurable: Las horas pasan lentamente y la noche se le hace insoportable. Al sufrimiento corporal se añade el dolor psíquico y espiritual de no sentirse merecedor de semejante desgracia. El final del texto resulta iluminador, pues Job, a pesar de todo, no ha perdido su confianza en Dios, a quien dirige su plegaria llena de fe y esperanza. Siente que Dios es lo único que le queda y a él se confía.
¿Cómo explicar el sentido del dolor inmerecido? ¿Qué respuesta podemos dar al hombre de hoy? ¿Qué hace Dios ante tanto sufrimiento de tanta gente inocente? «Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo nos esconderás tu rostro?» –se queja el buen israelita en el salmo 13.

Tal vez la mejor repuesta sea el silencio. Aparentemente Dios calla, pero Job no deja de invocarle y esperar en él. Y Dios no le defrauda.
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