sábado, 26 de diciembre de 2020

FESTIVIDAD SAGRADA FAMILIA - B

 Eclo 3, 2-6.12-14

El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos.

Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.

Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor.

Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él, y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.

Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.

 COMENTARIO

En el contexto de las celebraciones de Navidad, la Iglesia dedica un día a celebrar la Festividad de la Sagrada Familia. Nos recuerda así que Jesús nació en el seno de una familia: José, María y su hijo Jesús.

Hoy es también un día especialmente indicado para dar gracias a Dios por nuestras familias: por nuestros padres y por nuestros hijos.

La familia cristiana es también una pequeña iglesia y por ello es bueno preguntarnos si en esta iglesia doméstica está presente Dios, si nuestra familia es un reflejo del amor de Dios.

Las lecturas bíblicas de este día nos ayudan a interiorizar lo que estamos llamados a ser como familia y los compromisos personales que como miembros de nuestra propia familia  adquirimos.

Del libro del Eclesiástico podemos extraer algunas orientaciones prácticas para la vivencia familiar, aunque debamos prescindir de algunos elementos culturales de otros tiempos. Honrar al padre y a la madre es algo querido y mandado por Dios. Ello hará que Dios Padre se muestre indulgente con nuestros pecados, y cada gesto de respeto y amor hacia ellos aumentará nuestro tesoro en el cielo. La compasión hacia el padre y la madre servirá para reparar nuestros pecados. « Cuida de tu padre en la vejez y aunque pierda el juicio, sé indulgente con él ».

Estas ideas son tan válidas hoy como en la época en que Ben Sirá, el autor del libro del Eclesiástico, las escribió.

En san Pablo también encontramos enseñanzas muy aprovechables para nuestro tiempo. San Pablo se dirige a la comunidad cristiana, pero su doctrina es también aplicable a la familia. Como hijos de Dios que somos –dice– sed compasivos, bondadosos, mansos, humildes y llenos de paciencia. Que la paz de Cristo reine entre vosotros, sobrellevaos mutuamente y perdonaos unos a otros como Cristo os ha perdonado ya. Que vuestra vida esté gobernada por el amor. Y sed siempre agradecidos para con Dios Padre y para con todos.

El texto evangélico de san Lucas termina así: «El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él». Si edificamos la familia de acuerdo a estos rasgos que nos ofrece hoy la Biblia, no dudemos que los hijos también crecerán en sabiduría y en Gracia.

Que José, María y Jesús protejan nuestras familias, y protejan especialmente a las que están extenuadas por el sufrimiento y las dificultades, muchas de ellas causadas por nuestro egoísmo, indiferencia y falta de generosidad.

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