martes, 22 de diciembre de 2020

NAVIDAD - B

 Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo:

«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 COMENTARIO

 Las lecturas de la eucaristía del día de hoy nos pueden resultar un poco difíciles de comprender, particularmente el pasaje del evangelio de Juan, que nos habla de la Palabra encarnada.

El evangelio de Juan se escribe unos 60 años después de la muerte de Jesús, por lo que han transcurrido un buen número de años hasta que aparece el evangelio de san Juan escrito. Durante esos años, aquella comunidad de san Juan recordaba las enseñanzas y prodigios de Jesús y así se animaban a vivir como buenos discípulos de Jesús. Ahora nos recogen en este texto evangélico lo que habían supuesto de enriquecimiento espiritual aquellas reuniones dominicales recordando los prodigios y las palabras de Jesús. Habían formado una comunidad nueva, separada de la comunidad israelita que seguía acudiendo al Templo y a las sinagogas. Experimentaban una gran unión entre todos, una gran hermandad. Ante esta vivencia tan profunda, era lógico que vieran en aquellos recuerdos expresados con palabras, la presencia de Dios entre ellos: Jesús no se había ido, le veían presente en medio de sus asambleas dominicales, compartiendo sus trabajos, preocupaciones y alegrías.

Entre ellos también hay quienes no acogen el mensaje de Jesús, la Palabra, que es Luz que ilumina en las tinieblas. La mayoría, que sí la acogieron como la Palabra encarnada venida de Dios, se sienten hijos de Dios. Ahora están gozosos porque ven lo que esta Palabra ha hecho en ellos.

Unos siglos antes, el profeta Isaías, en la primera lectura de este día, nos describe la alegría que siente el pueblo de Israel, que llevaba 50 años desterrado en Babilonia. El rey Ciro le ha concedido la posibilidad de retornar a su tierra y reconstruir la Ciudad Santa –Jerusalén– con su grandioso Templo: Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que te dice: Ya eres libre –así se expresa el profeta Isaías.

Este es el gozo que experimenta también aquella pequeña comunidad cristiana de san Juan. Este es el gozo de la Navidad que celebramos cada año los cristianos. Los deseos de felicidad y paz con los que nos saludamos en estos días expresan esto: Dios no nos ha olvidado, se ha encarnado en su Hijo, y comparte nuestra historia, nuestra vida: penas y preocupaciones, pero también nuestros éxitos y felicidad.

Por esto es importante acudir a la eucaristía de cada domingo, para sentir lo mismo que sentían los cristianos de la comunidad de san Juan. El Hijo de Dios se nos ofrece encarnado en la Palabra y como alimento en la eucaristía. Que el Señor Jesús nos ayude a vivir así esta Navidad.

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