Marcos 14, 1–15, 47
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato…
COMENTARIO
Comenzamos la Semana Santa con la desilusión, un año más, de no poder contemplar las imágenes del Señor y la Dolorosa que nos inspiran devoción y nos ayudan a vivir con fervor religioso estos días.
Quienes empiezan la Semana Santa con esta idea en su mente corren el peligro de desaprovechar la ocasión que nos brinda la situación actual de confinamiento religioso. ¡Qué oportunidad tan extraordinaria se nos presenta de ver nuestras calles vacías de imágenes de Jesús y María dolientes! ¡Qué gran ocasión de llenar esas calles con las verdaderas imágenes de la Pasión!
¿Quién dice que Jesús y María no pasean su dolor por nuestras calles? Sin duda, las artísticas imágenes de nuestros maestros escultores nos distraían demasiado en las procesiones.
Ahí tenéis a Jesús sufriente, azotado y crucificado en tantos enfermos de Covid-19, en los náufragos hambrientos que llegan a nuestras playas, en los pobres de nuestras calles mendigando una ayuda, en tantos parados pidiendo unas horas de trabajo, haciendo cola ante la puerta de la cocina económica cada mañana. Ahí tenemos a Jesús y a la Madre Dolorosa en los agonizantes de los hospitales, a otros muchos con miedo en sus hogares, en la soledad y abandono… Jesús recorre su pasión cada día por nuestras calles.
Contemplemos a la Virgen Dolorosa, en nuestras enfermeras y médicos, a la cabecera de los moribundos, consolando y animando a los agotados de tanto sufrir. Ahí tenéis a esa Madre Dolorosa mendigando comida, medicinas o ropa para sus hijos que se mueren de hambre, frío y enfermedad.
¡Bendita sea la Semana Santa de este año que nos permite vivir con fervor la verdadera pasión del Señor!
Vivamos así esta semana y será un recuerdo imborrable.
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