miércoles, 28 de septiembre de 2022

XXVII DOMINGO ORDINARIO - C

 (Lc17, 5-10)


En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:

-Auméntanos la fe.

El Señor contestó:

-Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?». ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú?». ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».



COMENTARIO:


«Ecribe la visión y grábala en tablillas» nos recomienda el profeta Habacuc en la primera lectura de este domingo. «Reaviva el don de Dios que hay en ti» -le aconseja san Pablo a Timoteo en la segunda lectura de este día.

¿Qué es lo que tenemos que grabar en tablillas y qué don tenemos que reavivar? Se trata de la fe, grabada gratuitamente en nuestro interior el día de nuestro bautismo. Y la fe es precisamente ese don que tenemos que reavivar, porque según el texto evangélico de Lucas lo tenemos casi muerto: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza…», cambiaríamos, sin duda, nuestro mundo para mejor.

¡Vaya ocurrencia también la de los apóstoles! Van y le piden a Jesús, sin previo aviso: «Auméntanos la fe». De sospechar la respuesta del Maestro, la petición hubiera sido otra muy distinta. Pues bien, Jesús, sin extrañarse –como si esperara la petición en cualquier momento, les dice: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza…»; con lo que les deja bien claro que su problema no se soluciona aumentando la fe, porque carecen de ella por completo.

¡Vaya sonrojo para aquel pequeño grupo! ¡Y ellos que ya se creían en un alto escalafón de la fe! Lo más sorprendente de todo es que Jesús, con este pequeño grupo de incrédulos, pretende transformar el mundo; y además lo va a conseguir. Dos mil años después de este hecho que Lucas nos cuenta comprobamos que la fe cristiana, testimoniada hasta las últimas consecuencias está revolucionando nuestro mundo en beneficio de toda la humanidad. Aunque nuestra propia fe esté un poco apagada, sin embargo, ahí está la fe de nuestros misioneros, de tantos cristianos comprometidos y de aquellos que veneramos ya como santos; los hechos lo atestigua ampliamente.

Aprendamos la lección del pasaje evangélico de hoy: no creamos que basta ya la fe que tenemos; sin embargo, no caigamos en el desánimo tampoco, que el Señor cuenta con nosotros, con nuestra débil fe en él para construir su Reino.

¿Qué hacer? Muy sencillo: comencemos por pedir, desde la humildad, que el Señor avive la pequeña llama de fe recibida en el bautismo; y mantengamos su resplandor con ejercicios de caridad.

El apóstol Santiago dejó escrita esta frase lapidaria en su carta: «La fe sin obras es fe muerta». Preguntémonos ahora cómo estamos de fe y hagámonos esta sencilla reflexión en forma de pregunta: ¿Nos atreveríamos a pedirle a una montaña que se plantase en el mar? Pues está claro que el Señor aseguró que si tuviéramos un poco de fe, trasladaríamos montañas o arrancaríamos los árboles de cuajo. Es así que no nos atrevemos a decir a un monte que se traslade, ni a un árbol que se arranque de la tierra, por temor a hacer el ridículo…, luego nuestra fe sigue siendo muy pequeña.

De todos modos –fuera de bromas– de vez en cuando nos vendría bien examinar nuestra calidad de fe: las obras de caridad que hagamos desinteresadamente pueden ser el mejor termómetro que mida la grandeza de nuestra fe.

Con la seguridad de ser escuchados, pidamos hoy al Señor como aquel pequeño grupo de apóstoles: Señor, «auméntanos la fe».

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