Is 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor.
Mt 3, 1-12
Por
aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea,
predicando:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los
cielos».
Este
es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita
en el desierto:
“Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos”».
COMENTARIO:
En un mundo de violencias, guerra, abusos, olvido de los pobres, rechazo de los inmigrantes, indiferencia ante las angustias de tantos hermanos que reclaman una atención, poder vivir con un mínimo de dignidad, tener acceso a un poco de comida y a un techo donde cobijarse, nos viene bien a todos escuchar un mensaje de esperanza y otro de conversión.
Podemos preguntarnos dónde ve el profeta Isaías huellas de esperanza para el pueblo de Israel: ¿Dónde están esas señales tan claras de esperanza que nosotros no alcanzamos a ver? y de dónde saca Juan el Bautista que tenemos que convertirnos: ¿de qué tenemos que convertirnos? Y en todo caso, que cambien los que tengan que cambiar, los que no lleven una vida honrada y en paz.
Estas preguntas se las hacían también los israelitas de los tiempos de Isaías y, algunos siglos después, los israelitas de los tiempos de Juan el Bautista, razonaban como nosotros hoy: Que se conviertan los que no observan la Ley.
La Iglesia, particularmente en estos días de adviento, nos invita a escuchar el mensaje de estos dos grandes profetas de todos los tiempos, nos anima a reflexionar y buscar, por nosotros mismos, señales, pruebas evidentes de esperanza y razones claras que nos llaman a la conversión, que es transformación, enderezar y allanar el camino de nuestra vida cristiana.
Tenemos un medio de vislumbrar ese futuro de esperanza que nos anuncia Isaías y descubrir los obstáculos que se nos cruzan en el camino. Este camino es la lectura y meditación de la Palabra de Dios contenida en la Biblia. Hoy contamos con una gran facilidad de acceder a la Sagrada Escritura y comprender su mensaje de salvación. Nuestros antepasados lo tenían más difícil: tan solo contaban con la predicación del sacerdote, pues los textos sagrados no estaban en su lengua o sencillamente estaban solo al alcance de los expertos. Por el contrario, hoy contamos con buenas traducciones y excelentes interpretaciones y comentarios que nos acercan al verdadero mensaje: mensaje de esperanza y conversión.
Aprovechemos estos días del adviento para leer y meditar la Palabra de Dios; su lectura pausada nos ayudará también en nuestra oración personal.
En estos días de la novena de la Inmaculada, ella nos acompañará en nuestra peparación para la venida del Señor si así se lo pedimos.
Virgen de la Esperanza, en nuestra marcha, encamínanos hacia la Luz, donde nos aguarda Dios Padre junto a tu hijo Jesús. Amén.
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