miércoles, 12 de abril de 2023

II SEMANA DE PASCUA - A

 Jn 20, 19- 3

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
- Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
- Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

COMENTARIO

 

Juan Pablo II, en la inauguración de su pontificado saluda a la muchedumbre con estas palabras: No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo. Hoy le contemplamos ya entre nuestros santos. Tal vez sean estas palabras las que hoy necesitemos los creyentes. Estamos muy encerrados en nuestros cenáculos. No nos atrevemos a confesar nuestra fe, nos cuesta reconocer en público que somos creyentes; tan solo en Semana Santa salimos a la calle a manifestar lo que llevamos en nuestro interior durante el resto del año.

Nuestra fe ha de salir a la calle cada mañana con nosotros (nos lo recuerda el papa Francisco a cada momento), para que el mundo crea que el Señor está vivo entre nosotros e invitar a creer con nuestro propio testimonio de fe.

San Pedro alababa la fe de aquella primitiva comunidad con estas palabras: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación». Si hoy nos escribiera a nosotros, ¿hablaría así de nuestra fe? ¿Resplandecen nuestros rostros como los de aquellos cristianos de entonces? ¿Hemos alcanzado la meta de nuestra fe? Si así fuera, los que aún no creen se maravillarían de ver nuestros rostros pletóricos de alegría y se preguntarían el porqué. ¿Nos ha preguntado alguien el porqué de nuestra alegría?

Los primeros cristianos eran bien vistos por el pueblo y cada día se agregaban nuevos miembros a aquella comunidad. ¿Somos bien vistos los creyentes hoy? ¿Se agregan nuevos miembros a nuestra comunidad parroquial?

En fin, tal vez los relatos de Lucas y de Pedro sean pura creación literaria, imaginación o un buen deseo: una gran utopía de cara al futuro de la Iglesia. Sin embargo, no creo que sea del todo así, porque hoy sigue habiendo, dentro de la Iglesia, comunidades eclesiales que viven la fe como la idílica comunidad que nos refleja Lucas y el mismo Pedro. Esto quiere decir que es posible vivir así la fe; pero aún son pocas las comunidades contagiosas de la alegría que encierra la vivencia de la fe en el Resucitado.

Hoy es un buen día para pedirle al Padre, por intercesión de san Juan Pablo II que perdamos el miedo a abrir nuestras puertas al Señor Resucitado.

Si nuestro caso es el del apóstol Tomás, que nuestra fe es vacilante, acudamos a Jesús y él la afianzará. Confesaremos con santo Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». De todos modos, acojamos siempre con misericordia a aquellos hermanos en la fe que pasan por momentos de inseguridad y duda.

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