miércoles, 17 de mayo de 2023

FESTIVIDAD DE LA ASCENSIÓN - A

 Mt 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
- Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

 

COMENTARIO:

 

Por fin Jesús se va, asciende hasta el Padre, vuelve a casa. Para el último encuentro con sus discípulos los ha convocado en Galilea. Allí precisamente los conoció, fue el primer encuentro con ellos; encuentro que se ha prolongado durante un tiempo y que ha creado lazos de intimidad, de unión inseparable. Aquel pequeño grupo, avisado por las mujeres, se pone en camino hacia Galilea. ¡Allí le verán!

Efectivamente, Jesús sale a su encuentro, se adelanta a Galilea. Algunos aún vacilan, no las tienen todas consigo. Jesús nada les reprocha. Aquel grupo de hombres, de fe frágil, va a ser quien revolucione el mundo. Jesús se fía de ellos, no los abandonará, estará siempre con ellos, les enviará el Espíritu que los entusiasme y les dé valentía.

¿Acaso no nos parecemos a aquel pequeño grupo de discípulos, siempre vacilantes en la fe, en ocasiones desesperanzados, otras veces ilusionados? Sin embargo, siempre el Señor nos apoya y da ánimos desde la casa del Padre. Allí ha ido a prepararnos sitio. Nada nos reprocha; a pesar de nuestras dudas, infidelidades, negaciones, él sigue confiando en nosotros.

Y el Señor nos encomienda una tarea: la misma de los apóstoles. Somos enviados a extender el discipulado por todo el mundo. No nos manda hacer grandes discursos, enseñar doctrina, escribir voluminosos libros de profunda teología sobre él y su doctrina; tan solo que hagamos discípulos, que invitemos a los hombres a ser discípulos del Señor: vivir como él, entregados a los demás, atentos a los que nos necesitan, cuidar de los enfermos, visitar a los presos, acompañar a los que viven en soledad, alimentar a los hambrientos, defender a los inocentes injustamente condenados, perdonar a los pecadores hasta setenta veces siete…, hacer lo que el Maestro hizo mientras estuvo entre nosotros. Esta es nuestra tarea y la de los nuevos discípulos.

Salgamos de la Pascua decididos a vivir como el Señor vivió y a invitar a otros a vivir del mismo modo.

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