miércoles, 10 de mayo de 2023

VI DOMINGO DE PASCUA - A

 Jn 14, 15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.

 

COMENTARIO:

 

Jesús se despide de sus más íntimos amigos. Intenta tranquilizarlos: no os dejaré huérfanos, le diré a mi Padre que os mande un defensor –el Espíritu de la verdad–, vosotros me seguiréis viendo.

En contraste claro con los discípulos íntimos de Jesús se encuentra el resto del mundo que no lo ha aceptado y no ha querido reconocerlo: esos no le seguirán viendo; Jesús habrá pasado por el mundo sin que para el mundo haya significado nada.

En cambio, aquellos que guardan los mandamientos de Jesús, es señal de que le aman y, por lo tanto, el Padre los amará y también el propio Jesús los amará y se manifestará a ellos y no los dejará huérfanos.

Cuando alguien nos deja para siempre, sentimos tristeza; si este además ha guiado nuestra vida, ha sido nuestro sostén en los momentos difíciles y nos ha entusiasmado en multitud de ocasiones con sus palabras y actuaciones; entonces no va a resultar fácil encontrar consuelo una vez desaparecido de nuestra vista; todas nuestras ilusiones y proyectos se desploman en un momento. Jesús es consciente de ello y por lo mismo trata de animarlos en estos momentos.

Hoy estas palabras de despedida de Jesús tienen que ser un consuelo en nuestras vidas de creyentes. Las palabras de Jesús nos las transmite san Juan para animarnos también a nosotros. Al propio san Juan le animaron en su momento y él pretendió animar a aquella primitiva comunidad de la que él formaba parte; por ello hoy también deben ser estimuladoras para los que tratamos de ser fieles cada día a su evangelio, para los que nos esforzamos día a día en cumplir sus mandatos.

¡Sintámonos amados por el Padre y por el propio Jesús!

Por otra parte, en la primera de las lecturas de hoy se nos habla de la actividad evangelizadora de la primitiva comunidad. Felipe, uno de los apóstoles, bajó a la ciudad de Samaría y les anunciaba el nuevo modo de vida que Jesús les había inculcado a ellos. El autor nos dice que la gente le escuchaba con atención y se producían los signos milagrosos de los tiempos de Jesús; esto les llenaba de alegría y quedaban a la espera de que vinieran Pedro y Juan y les impusieran las manos para recibir así el Espíritu Santo. Este texto de los Hechos resume perfectamente lo que ha sucedido también en nuestras propias vidas: recibimos el bautismo y nos fuimos preparando en el propio hogar y en la catequesis para recibir el Espíritu Santo el día de nuestra confirmación. A partir de entonces también nosotros estamos llamados a evangelizar a otros que no hayan oído hablar de Jesús y del nuevo modo de vida que él nos enseñó.

En el evangelio es san Juan quien nos resume cuál ha de ser el mensaje de nuestro anuncio evangélico: Dios es Padre y ama a su hijo Jesús, quien a su vez nos ama con el mismo amor con el que él se siente amado por su Padre. También nosotros podemos continuar este torrente impetuoso de amor, amándonos los unos a los otros. Si así lo hacemos, sentiremos a Jesús vivo entre nosotros.

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