miércoles, 12 de julio de 2023

XV DOMINGO ORDINARIO - A

 Mt 13, 1-23

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:

- Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.

Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:

-¿Por qué les hablas en parábolas?

Él les contestó:

-A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado en zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.

 

COMENTARIO:

 

El profeta Isaías asegura que la palabra de Dios, una vez pronunciada, no retorna a él sin antes haber cumplido su voluntad. Si esto es así, ¿De quién depende que la palabra de Dios no dé el fruto esperado? El problema radica en el hombre, quien la acoge o la rechaza.

Dios Padre siembra su palabra de salvación cada día en nuestro corazón. Sin embargo, de la parábola de Jesús se desprende que solo los sencillos, los que la aceptan venida de Dios consiguen que dé el fruto del ciento por uno. Hay quienes ponen infinidad de obstáculos a la gracia de Dios que reciben cada día, y por ello la semilla no germina ni puede desarrollarse para dar el fruto esperado.

Para que hoy dé fruto en nosotros la semilla de Dios Padre, no hemos de dedicar nuestro tiempo a imaginar la escena de las autoridades de Israel rechazando la palabra de Jesús. Esto es evadirse del problema y haría que despreciáramos la gracia de Dios que a cada momento nos llueve del cielo. Por el contrario, debemos ir por la vida atentos a esa lluvia de gracias que nos vienen: ese pobre que nos pide limosna, ese vecino que pasa por un mal momento, ese compañero de trabajo al que niego el saludo desde hace tiempo y me encuentro con él cada día, esa iglesia abierta que me ofrece la posibilidad de parar unos minutos en mi camino y pasar a hacer un momento de oración, esa anciana que camina a duras penas con el carro de la compra, ese enfermo que agradecería un rato de compañía… Todas son semillas de salvación que Dios Padre siembra en nuestro terreno y que no siempre encuentra preparado para que el fruto pueda ser exuberante.

La semilla es excelente, nos lo ha dicho el profeta Isaías en nombre del Sembrador. ¿Por qué no da apenas fruto? Será bueno que dediquemos un tiempo a meditarlo; nos hará bien.

Los fariseos, cuando iban a escuchar a Jesús, estaban al acecho para ver si lo cogían en algún error para poderlo denunciar ante las autoridades. Otros escuchaban porque les encantaba su forma de hablar tan elocuente y sencilla, o simplemente porque infundía serenidad y paz. El pueblo sencillo e inculto le escuchaba con gusto porque lo entendían, se sentían animados a vivir y les resultaba cercano y atento con cada uno -nadie se sentía ni más ni menos importante que los demás. Estos últimos eran el terreno adecuado para sembrar la palabra. Luego, no daba el mismo fruto en todos, porque no todos la ponían en práctica.

Vea cada uno de nosotros cuál es su actitud al escuchar o leer la palabra de Dios. ¿Qué buscamos en ella? ¿Escuchamos para poder criticar al papa, a los obispos, sacerdotes, catequistas, porque dicen y luego ellos no cumplen? ¿Escuchamos porque el predicador nos agrada? ¿Escuchamos esperando que sea breve y acabe pronto?

Según sea nuestra actitud así será el fruto que produzca en nosotros la semilla de la palabra de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario