San Marcos 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de
ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el
camino del Señor, enderezad sus senderos”».
Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y
toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus
pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y
se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para
desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo».
COMENTARIO
Frente a tantas catástrofes naturales y humanas: guerras, terrorismo, enfermedades,
pobreza extrema, paro, que generan preocupaciones, miedo, malestar, inseguridad
y pesimismo, el adviento es una llamada incesante a la esperanza, nos recuerda
que Dios se hace presente en nuestra historia, en su hijo Jesús, para
reconducirla a su fin último y a su plenitud. «Dios está presente en la
historia de la humanidad, es el ‘Dios con nosotros’ (Emmanuel), camina a
nuestro lado para sostenernos.
El papa nos recuerda: Vivir la fe «no es un calmante para los que están
estresados, sino una historia de amor para los que están enamorados».
Estos días de adviento nos invitan a todo esto que nos recuerda el papa
Francisco. Cada día, cada domingo especialmente, leamos y escuchemos la palabra
de Dios, meditándola luego a lo largo del día y de la semana. ¿Cómo hacerlo en
medio de mis ocupaciones, en la calle o en casa? Siempre hay una frase, una
palabra que nos interroga, que nos llama la atención, que se nos queda más
gravada porque dice relación con alguna vivencia personal o grupal. Pues bien,
repitámosla a lo largo del día varias veces o permitamos que aflore en nuestra
mente mientras caminamos o hacemos las más diversas tareas; no la consideremos
una molestia y aparecerá reiteradamente ante nosotros. Eso es
meditar, eso es también oración, eso es interiorizar el mensaje que el Señor
nos envía ese día para darnos esperanza, ayudarnos a vivir o entregarnos con
mayor generosidad a los demás. No lo olvidemos, esto es preparar la Navidad,
preparar los caminos para la próxima llegada del Señor.
San Marcos nos presenta hoy la figura de Juan el Bautista, personaje
austero y duro consigo mismo, y muy exigente con los demás. Podríamos
considerarlo como el “desbrozador” del mensaje de salvación que luego nos
traerá Jesús, el Hijo de Dios, con palabras cercanas, rebosantes de perdón y
esperanza. Todos nosotros distinguimos entre la labor del desbrozador de una
finca y el segador del césped del parque. Pues algo así es la diferencia que
hay entre la predicación de Juan y la de Jesús, las dos muy necesarias.
Durante estos días de adviento Juan el Bautista nos ayudará a preparar el
camino al Señor para que cuando llegue, como cada Navidad, lo encuentre llano,
sin baches ni piedras que dificulten el caminar por él.
Que estas imágenes nos ayuden a comprender mejor el mensaje de salvación
que nos llega un año más:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». «La salvación está cerca
de los que le temen, y la gloria habitará en nuestra tierra» (Sal 84).
San Pedro nos desea en su carta que mientras esperamos los cielos nuevos y
la tierra nueva, donde reinan la paz y la justicia, que el Señor nos encuentre
«en paz con él, irreprochables e intachables».
Que María Inmaculada, la llena de gracia, la que lleva al Señor consigo,
nos ayude en nuestra preparación a la Navidad.
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