miércoles, 14 de febrero de 2024

I DOMINGO DE CUARESMA - B

 Mc.1,12-15


En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

- «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio».

 COMENTARIO

La Cuaresma es un tiempo propicio para los que sienten la necesidad imperiosa de actuar, de evangelizar, porque el tiempo se acaba. La cuaresma nos para un poco los pies. La Cuaresma nos ofrece un tiempo de reposo, de silencio, de conversión y también de esperanza. El Espíritu del Señor nos impulsa a adentrarnos en el desierto, lugar simbólico de silencio, de desprendimiento. En el desierto todo invita al recogimiento y a descubrir los caminos equivocados que hemos podido emprender en nuestra vida: el desierto nos abre la puerta de la conversión.

Nos dice San Marcos que es el Espíritu el que empuja a Jesús al desierto. Es el Espíritu quien nos mueve, quien nos impulsa en la vida. Esto es importante tenerlo siempre presente para no emprender acciones, por muy necesarias o imprescindibles que nos parezcan, si no es el Espíritu quien nos anima a ello. Esto no es fácil de percibir. Jesús empieza su vida de apostolado tras una larga estancia en el desierto: lugar de soledad, de silencio, de reposo; donde no hay prisa por llegar a ninguna meta, porque el horizonte carece de límites. En el desierto solo hay alimañas, es decir, tentaciones que nos impulsan imperiosamente a salir de allí, porque no hay a quien transmitir el mensaje de salvación que creemos imprescindible predicar.

Los tiempos del Espíritu no son los nuestros. Demos tiempo al Espíritu y dejémonos servir por los ángeles. Si no te dejas conducir por el Espíritu, tu mensaje sonará a repetición de palabras oídas, pero no encarnadas en ti.

El papa Francisco nos dice que la cuaresma es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

«La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos». «Acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo» quiere decir acoger la Palabra de Dios que se pone a nuestro alcance en las diversas celebraciones comunitarias.

La esperanza es esa agua viva que Jesús ofreció al pie del pozo de Jacob a la Samaritana y que es el Espíritu Santo. Este Espíritu es quien infunde en nosotros la esperanza de vida plena. Cuando Jesús dice «al tercer día resucitará» Jesús nos habla del futuro de misericordia que el Padre ha abierto para todos; la historia no se acaba con nuestras violencias, injusticias y pecados.

Finalmente, la caridad, vivida como el samaritano que se detiene en el camino para atender al herido, movido por la compasión. La caridad es el impulso de nuestro corazón que nos hace salir de nosotros mismos hacia el que sufre, el enfermo, el sin hogar. La caridad es un don capaz de construir un mundo nuevo. Lo poco que tenemos, si lo compartimos, no se acaba nunca.

Pidamos al Señor que este tiempo sea provechoso para todos.

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