Mc 6, 7- 13
- Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y
si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los
pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían
con aceite a muchos enfermos y los curaban.
COMENTARIO
El profeta, el sacerdote, el seguidor de Jesús, el enviado de Dios no son
representantes de una importante empresa de productos de consumo. Esto es lo
que se desprende del texto evangélico de San Marcos. El discípulo del Señor se
pone en camino tan solo con lo imprescindible: el calzado para caminar y el
bastón que le facilita el andar; lo demás sobra. Lo único importante y
necesario es llevar la propia mochila cargada de vida interior, de celo
pastoral a prueba de todo tipo de dificultades, una fe robusta y una esperanza
a prueba de cualquier contratiempo: ese es el bagaje que se debe llevar dentro
y que no supone ninguna carga física. La presencia de Jesús resucitado en
nuestras vidas proporciona todo esto.
¿Habrá quien acepte así ser testigo del Reino? ¿Hay jóvenes dispuestos a
emprender la marcha por el Reino de esta guisa? Sabido es que nuestros jóvenes,
desde la más tierna infancia han sido educados y rodeados de todos los
pertrechos electrónicos, han tenido a su alcance todos los caprichos del
momento, porque nuestro nivel de vida lo ha permitido. Comprendamos ahora que
de una multitud educada así es difícil que haya una respuesta afirmativa y
decidida a la llamada divina a ponerse en camino con tan solo un bastón y un
par de sandalias.
Estos días en que asistimos al campeonato europeo de fútbol, me viene a la memoria
el comentario de un periodista deportivo en la prensa del mes de junio del año
2018, con ocasión del campeonato mundial de fútbol en Rusia, sobre el éxito de la
selección de Croacia, que llegó a jugar la final contra Francia. Reflexionaba
sobre el porqué de aquel éxito que asombró a tanta gente. Afirmaba que solo se
explicaba su éxito en la capacidad de sufrimiento, no caer en el desánimo,
tener fe en el éxito y constancia en el esfuerzo hasta el agotamiento. Y se
preguntaba: “¿De dónde les vienen estas virtudes tan humanas y cristianas?”.
Pensaba él –acertadamente– que de ser los niños de la guerra de la antigua
Yugoslavia. Es allí donde se forjó su carácter: en el dolor, el hambre, la
pérdida de seres queridos y del propio hogar, vivir en la inseguridad,
en la soledad y en la carencia de casi todo. Es ahí donde maduró su personalidad,
robustecieron su fe los que eran creyentes y sus mayores les ayudaron a
mantener viva siempre la esperanza. El entrenador de aquel equipo contaba a un
reportero que él siempre llevaba el rosario en un bolsillo y decía que se
aferraba a él cuando pasaba por momentos difíciles y entonces todo le resultaba
más fácil. «Dios está a diario en mi vida» –aseguraba con rotundidad. Su
secreto era la humildad y la constancia, que provenían de su profunda fe.
La familia y nuestra sociedad, creyente o no, deberíamos reflexionar en el
modelo de educación que estamos dando y la que deberíamos dar a nuestros hijos.
Este consejo es igualmente válido para todos los que se dedican a la educación
de los jóvenes, particularmente si deseamos que de entre ellos surjan líderes
responsables, profetas valientes como Amós, sacerdotes virtuosos, seguidores
decididos de Jesús; dispuestos a ir por el mundo haciendo el bien, tan solo con
un par de sandalias y un bastón.
El sacerdote, profeta y creyente debe entender que solo así se expulsan
los demonios, se cura a los enfermos, se obran los milagros.
Señor, que la eucaristía que celebramos hoy sea nuestra fuente de energía
para seguir anunciando tu evangelio y haciendo el bien.
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