miércoles, 17 de julio de 2024

XVI DOMINGO ORDINARIO - B

 Mc. 6, 30-34.

En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:

-Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

 

 COMENTARIO

¿Qué veía la gente en Jesús –en su persona, en su mensaje, en su forma de proceder y en su atención a la gente– para sentirse tan irresistiblemente atraída por él? Según el evangelista Marcos no le dejaban ni descansar: «Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma».

Tal vez, a sus oyentes les atraía la novedad de su mensaje esperanzador, la cálida acogida a todos, su sensibilidad para captar las dolencias y las miserias, su comprensión y aceptación misericordiosa de los pecadores.

No se había visto antes a nadie –ni sacerdote, ni profeta ni gobernante del pueblo– interesarse con tanta solicitud y bondad por los pobres, los enfermos y los pecadores. Había la sensación de que aquel hombre, Jesús, se hacía el encontradizo con aquella pobre gente olvidada y excluida.

A San Marcos lo que más grabado le queda es ese sentimiento profundo de lástima de Jesús que le lleva a compadecerse de aquella pobre gente desatendida y abandonada por sus gobernantes y pastores «Le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor». Destaca san Marcos que se ponía a enseñarles con calma, sin prisas, sin medir el tiempo, sin alterarse lo más mínimo y con toda paciencia; se olvida de sí mismo y de la necesidad que tiene él también del descanso. Con frecuencia, esa situación de desamparo de la gente le hace perder su habitual serenidad y se enciende su ira contra los malos pastores del rebaño de Dios, su Padre.

La imagen de Jesús, que nos ofrece hoy san Marcos, es muy expresiva y nos invita a proyectarla sobre nuestra propia persona y actuación. ¿Sentimos hoy los seguidores de Jesús esta compasión e indignación ante el sufrimiento y desorientación de tantos hijos de Dios? Si así es, debería ser más evidente nuestro compromiso ante el sufrimiento de tantas familias sin trabajo, agotándoseles los últimos recursos de vida o viviendo en soledad la enfermedad o la pérdida de un ser querido. Debería notarse nuestra sensibilidad ante la preocupación de tantos padres por dar de comer cada día a sus hijos. Debería explotar nuestra indignación ante el dolor de las víctimas inocentes del abuso de poder, la injusticia, la extorsión y el fraude. Como pastores, evangelizadores y creyentes debería inquietarnos tanta ignorancia de Dios, tanta desorientación de vida religiosa, tantos cristianos no comprometidos e indiferentes. Hay quienes sienten compasión, pero se evaden, proyectando la solución del problema hacia los otros: la Iglesia, el gobierno, los partidos políticos y asociaciones. La inmensa mayoría del pueblo cristiano no sentimos este grado de compasión de Jesús, que le impulsa a actuar de inmediato.

Esta es la mejor petición que podemos presentar hoy a Dios Padre: Compasión frente a tanta miseria humana, que nos impida estar tranquilos mientras haya dolor, injusticia, indiferencia, egoísmo y pecado en el mundo.

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