miércoles, 30 de octubre de 2024

XXXI DOMINGO ORDINARIO - B

 Mc 12, 28b-34


En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

- ¿Qué mandamiento es el primero de todos?

Respondió Jesús:

- El primero es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamientos mayores que estos.

Él replicó:

- Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Jesús viendo que había respondido sensatamente le dijo:

- No estás lejos del Reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

 

COMENTARIO

Los fariseos consideraban que lo más importante para ser un buen israelita era cumplir con toda exactitud la Ley. Las motivaciones que les llevaban a actuar de una forma u otra no eran tan importantes: Un buen israelita es el que cumple con escrupulosidad la Ley.

Sin embargo, Jesús insiste que lo importante es el amor que te impulsa a cumplir la Ley: obrar por amor a Dios y al prójimo. Si tu actuar no lo mueve el amor, correrás el peligro de cometer auténticos atropellos en el mundo. Así, lo importante no es el sábado sino el enfermo que necesita ayuda, aunque sea sábado. El amor perfecciona el cumplimiento de la Ley, sin excluirla.

No olvidemos que el texto de san Marcos está escrito para la comunidad cristiana de su tiempo y no necesariamente para los fariseos. Cuando él escribe el evangelio, probablemente los fariseos le traían sin cuidado; sin embargo, sí le parece importante recordar el encuentro de aquel buen escriba con Jesús. En ese encuentro, San Marcos descubrió un nuevo y único camino de cumplir la Ley: actuar siempre por amor a Dios y al prójimo.

Un buen día se le presenta a Jesús un escriba joven y le pregunta cuál es el primer mandamiento de la Ley. Jesús le recuerda lo que dicen las Escrituras. El escriba refuerza la respuesta de Jesús diciendo que efectivamente amar a Dios «con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». «No estás lejos del reino de Dios» –le dice Jesús al escriba del texto evangélico de hoy–, pero aún no está en él.

Nosotros mismos conocemos a multitud de buenas personas, santas personas, fieles cumplidoras de los mandamientos; a los que el Señor mira con agrado, como al escriba del evangelio; pero, para estar dentro del reino de Dios, del proyecto del Reino, aún nos falta algo. ¿Qué nos falta? La respuesta la encontramos en el texto de la carta a los hebreos que leemos hoy: Nos dice el autor hablando del Hijo de Dios: «Ofreciéndose a sí mismo» (Hb 7, 27).  Jesús se entregó totalmente. Esto es precisamente lo que nos falta para entrar dentro del grupo de los que, a lo largo de los siglos, se han comprometido con Jesús en el proyecto del Reino.

Jesús reconoce nuestra fidelidad a los mandamientos y nuestra generosidad para con los necesitados; pero también nos invita a entregarnos totalmente.

Señor, enséñanos a no amarnos a nosotros mismos.// Enséñanos a pensar en los otros y a amar,// sobre todo, a aquellos a quienes nadie ama.// Concédenos la gracia de comprender que,// mientras nosotros vivimos una vida demasiado feliz,// hay millones de seres humanos,//que son también hijos tuyos y hermanos nuestros,// que mueren de hambre, sin haber merecido morir de hambre;//que mueren de frío, sin haber merecido morir de frío.// Haznos sentir la angustia de la miseria universal,//y líbranos de nuestro egoísmo. Amén (Raoul de Follerau).

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