Lc 12, 49-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá
estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta
que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra
tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra.
COMENTARIO
«Quisiera decir una cosa. ¿Qué es lo
que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Espero lío. Quiero
que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de
lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar
encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones
son para salir» (Papa Francisco en la JMJ-2013 de Brasil).
¿No es este el fuego del que habla Jesús? ¿Tendría el
papa en su mente este pasaje del evangelio de san Lucas? Sin duda.
Hemos elaborado un cristianismo a nuestra medida, que
nos deje vivir tranquilos y al mismo tiempo seguros de nuestra salvación. Los
diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia nos proporcionan
la tranquilidad y seguridad que buscamos. Por eso es muy frecuente que no
sintamos la necesidad de confesarnos, de arrepentirnos, de convertirnos porque
no hemos hecho nada que transgreda gravemente esos mandatos.
A medida que nos hacemos mayores en edad queremos
tranquilidad y seguridad. Sin embargo, parece que el papa Francisco no se
conformaba con que los creyentes se encerrasen en sí mismos: quería que saliéramos
de nosotros, que prendiéramos fuego a la tierra. Se trata de lo mismo
que pedía Lucas a los buenos cristianos de su tiempo, que ya se estaban
conformando con encontrarse a gusto entre ellos. Lucas recordó aquel momento en
que Jesús ardía de celo por el Reino.
El cristiano no tiene tiempo para instalarse, no puede
conformarse con el cumplimiento de la ley externa, siempre hay un paso más que
avanzar. Mientras el Reino no esté instaurado definitivamente en la tierra, no
hay tiempo para el descanso, no hay vacaciones. Mientras haya pobres, ancianos,
enfermos, presos, abandonados…; mientras haya una gota de odio, envidia,
soberbia, lujuria, egoísmo, … el obrero del reino no puede descansar. Nos lo ha
dicho Jesús, nos los recuerda san Lucas en el evangelio.
Estemos atentos, porque el deseo de seguridad y
tranquilidad nos acecha constantemente.
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