Lo que más desconcierta al hombre es el silencio de Dios. Hoy es el día del silencio de Dios. Tan solo nos queda rezar con los salmos. En ellos expresamos nuestros sentimientos, que ciertamente llegan a Dios, aunque no nos responda como queremos, ni con la prontitud que deseamos. Te ofrezco uno de los salmos con los que nos podemos dirigir a Dios en el día de hoy mientras esperamos la Resurrección gloriosa del Señor.
SAMO 13
¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor?
¿Eternamente?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada
y habrá pesar en mi corazón, día tras día?
¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí?
¡Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío!
Ilumina mis ojos, para que no caiga en el sueño de la muerte,
para que mi enemigo no pueda decir:
"Lo he vencido",
ni mi adversario se alegre de mi fracaso.
Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me salvaste.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!
EL SILENCIO DEL HOMBRE
También nos hará bien, en este día, considerar nuestro silencio de Dios. Lope de Vega nos puede ayudar en nuestra oración:
"Qué tengo yo, que mi amistad procuras,
qué interés se te sigue, Jesús mió,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuantos fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!
¡Oh cuantos fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate ahora a la ventana,
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-,
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-,
para lo mismo responder mañana!
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