martes, 29 de diciembre de 2009

DOMINGO II DE NAVIDAD - C

SAN JUAN 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios,y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.  En ella estaba la vida,y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas,y las tinieblas no la recibieron. Apareció un hombre enviado por Dios,que se llamaba Juan. Vino como testigo,para dar testimonio de la luz,para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz,sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo,ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo,y el mundo fue hecho por medio de ella,y el mundo no la conoció. Vino a los suyos,y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron,a los que creen en su Nombre,les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre,ni por obra de la carne,ni de la voluntad del hombre,sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar:«Este es aquel del que yo dije:El que viene después de mí me ha precedido,porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participadoy hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés,pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios;el que lo ha revelado es el Hijo único,que es Dios y está en el seno del Padre.

COMENTARIO:


San Juan nos cuenta que la Palabra estaba en Dios; que vino al mundo y se encarnó, haciéndose uno de nosotros; que es luz y vida; que todo se hizo por medio de ella, que en el mundo ha estado desde siempre y que ilumina el mundo y a los hombres que la reciben.
En contraste con todo esto, está la actitud del hombre ante esta Palabra. El hombre no advirtió su presencia y los suyos no la recibieron, prefirieron las tinieblas a la luz.
Aquellos que la recibieron fueron hechos hijos de Dios, sin distinción de judíos ni gentiles, de razas ni de ideologías. Todos se pueden sentir acogidos por esta Palabra. El hijo de Dios se hace hombre para la salvación de todos, sin excepción.
San Juan anuncia el nacimiento del Hijo de Dios de forma que también los otros pueblos reciban la Buena Nueva de modo comprensible para ellos: todos somos llamados a ser hijos de Dios. Ahora bien, por parte del hombre se requiere una actitud de aceptación de esta presencia de Dios, de su proyecto salvador. Y esta gracia Dios nos la da en plenitud por medio de su Hijo. ¡Pidamos esta gracia al Señor al inicio del nuevo año!

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