miércoles, 23 de diciembre de 2009

NAVIDAD-C

HOY NOS HA NACIDO EL SALVADOR
SAN LUCAS 2, 1- 14
En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
-No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
-Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres, que Dios ama.

COMENTARIO
«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres». De forma sencilla, pero clara y precisa, le expresaba san Pablo a Tito el sentido exacto de la Navidad. El nacimiento del Hijo de Dios es precisamente eso: la salvación gratuita de Dios ofrecida a todos los hombres sin excepción.
La pelota está ahora en nuestro tejado. Podemos aceptar o rechazar esa salvación, porque Dios respeta nuestra libertad. Los creyentes se presume que la aceptamos, ¿o no? Nos sabemos salvados porque Dios nos ama inmensamente, pero hemos de dar nuestro sí a este don gratuito de Dios.
Ahora bien, dar nuestro sí sin reservas a Dios no es perdernos en el folclore de dulces, fiestas, adornos y juergas de estos días. Si todo ello es expresión de nuestra alegría por sentirnos amados por Dios de forma tan extraordinaria, entonces que no cese la alegría. Sin embargo, me temo que nuestras francachelas tienen poco que ver con el acontecimiento de Belén de hace unos 2000 años.
En aquella noche nadie se enteró que Dios se había hecho hombre, salvo María y José. El mundo dormía o se divertía exactamente como lo hace hoy; y como entonces, también hoy son pocos los que se enteran de que Dios les ama.
Los creyentes necesitamos acudir de nuevo a ese rincón de Belén, para ver al Recién Nacido y la riqueza de señales que adornan su nacimiento. San Lucas nos lo describe con precisión y riqueza de colorido. Dios no encuentra un hogar acogedor para nacer dentro del mundo creado por él. Un pesebre por cuna; unos pastores como únicos testigos del acontecimiento. Dios escoge hacerse presente en la indigencia más extrema para iniciar desde allí la Redención.
Una vez contemplada así la Encarnación del Hijo de Dios, podemos festejarla con alegría. Luego queda continuar la tarea que Dios ha iniciado, y eso ya es cosa nuestra.
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BETANIA
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