miércoles, 22 de febrero de 2012

I DOMINGO DE CUARESMA - B

CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 3, 18-22
Queridos hermanos:
Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Con este Espíritu, fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos -ocho personas- se salvaron cruzando las aguas. Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro, que llegó al cielo, se le sometieron los ángeles, autoridades y poderes, y está a ala derecha de Dios.

COMENTARIO:

Abre la Cuaresma esta ilusionante carta de san Pedro. En ella nos anima a vivir nuestra fe con alegría, pues la palabra de salvación de Dios Padre es una realidad inamovible.
San Pedro recuerda a la comunidad creyente de su tiempo que Cristo murió una vez para siempre y que no se repetirá más, porque sencillamente su muerte basta para justificarnos a todos para siempre. La pelota está ahora en nuestro tejado: aceptar la salvación gratuita y generosa del Hijo de Dios. Y san Pedro les remonta a los tiempos de Noé: Todo aquello sucedió como símbolo de la salvación que ahora se nos da con total generosidad por parte de Dios.
San Pedro nos anima a entender y aceptar el acontecimiento de la muerte y resurrección del Hijo de Dios. Primero, hemos de comprender que la iniciativa de la salvación de toda la humanidad, sin exclusiones, parte de Dios. Segundo, a lo largo de la historia de la salvación revelada a Israel, Yahvé ha venido recordando su iniciativa salvífica con diferentes signos desde el día de la expulsión de nuestros primeros padres del Paraíso: El diluvio es uno de ellos; los antiguos recordaban la promesa de Yahvé cada vez que veían aparecer el arco iris en la bóveda del cielo, y ello les ayudaba en su camino de fidelidad a la Alianza. En tercer lugar, esta iniciativa de Dios se ha hecho realidad en la nueva alianza sellada con la muerte y resurrección de su hijo. En cuarto lugar, esta acción salvífica de Dios es definitiva y universal, y de ella participamos por medio del bautismo recibido.
La Cuaresma es tiempo para refrescar nuestra fe y nuestra esperanza; al mismo tiempo debemos sentirnos impulsados a las obras de caridad, que son manifestaciones externas de nuestra fe.

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