miércoles, 23 de mayo de 2012

DOMINGO DE PENTECOSTÉS - B

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

COMENTARIO:

¿Alguno de nosotros sería capaz de encerrar la suave brisa del mar, el frío cierzo de las tardes, el impetuoso huracán… en una jaula? Pues el Espíritu tampoco puede ser encerrado entre los barrotes de nuestras leyes o caprichos humanos.
San Pablo tiene que salir al paso de las divisiones y distinciones que comienzan a sembrar el descontento entre los primeros creyentes. Y todo viene porque unos cuantos se quieren adjudicar la propiedad del Espíritu y distribuirlo según sus criterios.
Pues no, el Espíritu no es propiedad de nadie, sino que se da a todos y a todos nos convoca a la unidad, al amor.
La tentación de algunos corintios la tenemos siempre entre nosotros. Hoy el Espíritu sigue soplando cuando quiere y donde le place; no puede ser encerrado ni adquirido en propiedad por nadie. Es decir, el Espíritu sopla dentro y fuera de la Iglesia; en el corazón del creyente más fervoroso y en el del no creyente también. El es quien decide; y parece que su soplo va encaminado a unirnos en el amor a todos los seres humanos bajo la guía de un único pastor, Jesús el Señor, y la protección de un único padre, Dios. Y lo hace a su modo, que casi nunca coincide con el nuestro.
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