SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 7b-10
Hermanos:
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un emisario de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él y me ha respondido: "Te basta con mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad". Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
COMENTARIO:
El virus de la incomprensión no parece atacar en exclusiva al pueblo español. Ya san Pablo se lamentaba en su tiempo y, antes que él, Jesús y el propio profeta Ezequiel.
Los españoles hemos vivido (sufrido y gozado) el acontecimiento del campeonato europeo de fútbol: Tras los primeros pases en los campos de fútbol de la selección española, llovían las críticas al entrenador, jugadores…: no quedaba títere con cabeza. Gracias al aguante y a la fe en sus posibilidades de técnico y jugadores, el éxito llegó. Eso sí, todos se apuntaron a la fiesta, pocos se anotaron a la confianza, al saber esperar, a la paciencia, al sufrimiento…
Salvando las distancias, en nuestra vida de creyentes acontece algo parecido. Carecemos del grano de mostaza de fe, no tenemos paciencia para esperar la manifestación de Dios, exigimos el milagro al término de nuestra oración, la meta final se nos antoja muy lejana, despellejamos vivos a nuestros profetas con nuestras críticas. Sin embargo, el Señor sigue confiando en la humanidad, en un resto de creyentes, en sus profetas, que tampoco faltan en nuestro tiempo. Eso sí, todos nos apuntamos al éxito final, por si llega.
¿Qué fe es la nuestra? ¿Qué grupo de creyentes somos? ¿Merecemos llamarnos pueblo de Dios?
Al menos, admiremos a nuestros profetas, que esperan contra toda esperanza; pidamos al Padre que les siga dando fuerzas en la debilidad, que les mantenga firmes ante nuestra incomprensión; que no se cansen de avivar la tenue llama de nuestra fe.
Por último, que los acontecimientos futbolísticos vividos en estos días nos sirvan de ayuda en nuestro dificultoso caminar de creyentes.
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