CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 1, 3-14
Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Él nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el Misterio de su Voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante; recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria. Y también vosotros -que habéis escuchado la Verdad, la extraordinaria noticia de que habéis sido salvados y habéis creído- habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual, es prenda de nuestra herencia para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria.
COMENTARIO:
San Pablo inicia su carta a los efesios con este himno teológico que ha servido de plegaria en la comunidad de creyentes a lo largo de estos veinte siglos.
Hoy se está hablando mucho, con asombro y expectación, sobre el descubrimiento de la partícula de Dios: la partícula que explica el origen de la masa de las demás partículas, para explicar el origen del mundo. San Pablo nos habla del plan que Dios Padre tiene trazado desde antiguo para la humanidad. Recapitular todo en Cristo, su hijo. Así pues, nos habla de nuestro origen como hijos de Dios. Y todo ha acontecido por voluntad de Dios Padre, quien nos ha querido hacer partícipes de su gloria.
Todos los que hemos creído hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo. Todos hemos sido elegidos para ser hijos de Dios Padre. Todos hemos sido convocados para formar el cuerpo de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo.
El himno nos invita a la alabanza y acción de gracias a Dios Padre por tan singular e inmerecido don. La voluntad salvífica de Dios es esa partícula de Dios, a partir de la cual se pone en marcha el plan de salvación de Dios Padre sobre la humanidad.
Nuestro agradecimiento y amor de hijos nos pone en el compromiso de participar en la realización de este proyecto salvífico.
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