sábado, 22 de septiembre de 2012

XXV DOMINGO ORDINARIO - B

CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO 3,16-4,3
Queridos hermanos:
Donde hay envidias y peleas, hay desordenes y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura, y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.
¿De dónde proceden las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de placer que combaten en vuestro cuerpo? Codiciáis lo que no podéis; y acabáis asesinando. Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y peleáis. No tenéis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para derrocharlo en placeres.

COMENTARIO:

Santiago era un gran observador de la realidad que le rodeaba. Hoy hace conscientes, a los oyentes y lectores de la comunidad cristiana, de sus observaciones y les invita a adoptar su misma actitud frente a la vida diaria.
Con frecuencia caminamos por la vida sin advertir lo que nos sucede a cada paso; habitualmente realizamos obras, hacemos críticas, pensamos, deseamos lo que, tras una sencilla reflexión, tal vez nunca haríamos. Hoy Santiago nos invita a un examen sencillo pero profundo.
Primero hemos de preguntarnos, ¿por qué no nos sentimos bien?, ¿por qué no somos felices o más felices de lo que somos?, ¿por qué nos van tan mal nuestros asuntos, nuestras relaciones con los otros…? Detengámonos a contemplar nuestros pensamientos, deseos y acciones por un momento. El pasaje de la carta de Santiago nos puede ayudar en nuestra reflexión.
Santiago nos dice que nos peleamos porque en nuestro interior anida la envidia; el deseo de placer, no de felicidad, nos lleva a los conflictos y termina en la guerra; la codicia termina en el asesinato; ambicionamos lo que no está a nuestro alcance, así que nos desazonamos y lo pasamos realmente mal; pedimos al Padre, pero no alcanzamos lo que deseamos porque lo hacemos mal, es decir, no buscamos la felicidad propia y la de los demás, tan solo deseamos satisfacer nuestras ambiciones y egoísmos personales…
En fin, estamos ante un pasaje que podríamos meditar al comienzo de cada jornada. Sin duda que el día transcurriría con más paz y bienestar de lo que nos sucede habitualmente.
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