sábado, 20 de octubre de 2012

XXIX DOMINGO ORDINARIO - B

CARTA A LOS HEBREOS 4, 14-46

Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse en nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

COMENTARIO:

«El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».
El mensaje del Libro de Isaías, la Carta a los Hebreos y las palabras finales del evangelio de este domingo nos invitan a la confianza. La distancia entre Dios y nosotros se reduce hasta el encuentro más íntimo. El Siervo de Dios se ha hecho uno de nosotros hasta el punto de compartir incluso nuestros sufrimientos. Nuestro Dios ya no es un dios distante, de hecho nunca lo ha sido; a partir de ahora nos podremos dirigir a él como hijos, llamándole padre.
Al mismo tiempo, el Hijo de Dios se nos ofrece como modelo de vida y de actuación: «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos». Si el hecho de contemplar al Hijo de Dios sirviendo nos anima a la confianza y, por tanto, a acercarnos sin miedo a Dios, hemos de concluir que nuestra actitud de servicio ha de mover a los no creyentes a acercarse con confianza a nosotros, los seguidores de Jesús.
Conclusión: Cambiemos nuestra pedagogía pastoral.

*****

No hay comentarios:

Publicar un comentario