jueves, 25 de octubre de 2012

XXX DOMINGO ORDINARIO - B

CARTA A LOS HEBREOS 5, 1-6

Hermanos:
Todo Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote: sino Aquel que le dijo:
- Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
O como dice otro pasaje de la escritura:
- Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

COMENTARIO

Cristo fue constituido por el Padre en Sumo Sacerdote, no se confirió a sí mismo tal dignidad. Él murió en la Cruz y nos rescató de nuestros pecados.
Cristo, el Señor, guarda gran similitud con los sumos sacerdotes de la Antigua Alianza: El autor de la carta a los hebreos quiere dejar clara la similitud, pero también destaca su diferencia. Cristo, aun siendo el hijo de Dios, comparte nuestras debilidades, a excepción del pecado, y por ello las comprende, adoptando una actitud de compasión y misericordia hacia los pobres, los enfermos, los desheredados del mundo, y también hacia los pecadores. Él se ofrece a sí mismo en sacrificio por la salvación de los pecadores.
La contemplación de esta imagen del Hijo de Dios nos ha de mover al agradecimento por tan gran generosidad de Dios Padre para con nosotros.
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