sábado, 17 de noviembre de 2012

XXXIII DOMINGO ORDINARIO - B

CARTA A LOS HEBREOS 10, 11-14.18

Hermanos:
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

COMENTARIO

‘Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados’. Estas son palabras de aliento para los que necesitamos ánimos en esta vida.
El autor de la Carta a los Hebreos compara los antiguos sacrificios -inútiles para la obtención del perdón de los pecados- y el nuevo y definitivo sacrificio del Hijo de Dios que inaugura la Nueva Alianza entre Dios y la humanidad. Un solo sacrificio ha sido suficiente para la obtención del perdón de los pecados.
Hoy terminamos la lectura de la Carta a los Hebreos. El autor se despide dejando claro que ya estamos salvados, que ya no es necesario ningún otro sacrificio por la expidación de nuestros pecados. Ahora se trata de creérnoslo y adoptar la actitud de los regenerados por la Gracia: San Juan nos invita a vivir como hijos de la Luz; San Pablo nos increpa a buscar las obras de arriba, donde está Cristo nuestro salvador; finalmente, san Marcos nos cuenta entre los elegidos que los ángeles reunirán en el último día.
Así pues, creamos con fuerza, esperemos ilusionados, mientras ponemos en práctica las obras de misericordia con nuestro prójimo.
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