viernes, 11 de enero de 2013

BAUTISMO DEL SEÑOR - C

LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
- Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.

COMENTARIO

Si doy una limosna a un pobre que está a la puerta de la iglesia o sentado en la acera de la calle, sin duda he hecho una obra buena; sin embargo, si le entrego esa limosna con cariño, saludándolo, poniéndosela en la mano con delicadeza, teniendo con él un gesto de interés por su vida, entonces he pasado haciendo el bien.
San Pedro nos dice en su carta que Jesús pasó haciendo el bien. Y de eso se trata. A esto nos comprometimos en nuestro bautismo, a pasar por el mundo haciendo el bien. En esto consiste ser discípulos de Jesús: pasar por el mundo haciendo el bien, no solo haciendo cosas buenas, que eso también lo hacen los no creyentes.
La fuerza para hacer el bien, cuando hacemos obras buenas, nos la da el Espíritu. Y el Espíritu lo recibimos el día de nuestro bautismo. En consecuencia, si hemos sido bautizados en el Espíritu, tenemos esa capacidad de pasar por el mundo haciendo el bien. Entonces, ¿por qué vamos por la vida únicamente con gestos de generosidad, de compasión, de solidaridad, de bondad?, ¿por qué no caminamos haciendo el bien, a ejemplo de Jesús?
Comencemos por ser conscientes de la diferencia que hay entre hacer una obra buena y hacer el bien; luego, vayamos haciendo el bien, pues contamos con la fuerza del Espíritu Santo.

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