CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 3, 17-4, 1
Hermanos:
Seguid mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros por el contrario somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
COMENTARIO
Pablo se encuentra encarcelado y desde aquí se dirige a la comunidad de los filipenses. En su ausencia la fe se ha debilitado y han aparecido perturbadores que amenazan la armonía y vivencia de la fe de aquella comunidad tan querida para él.
Lo primero que nos llama la atención es el afecto mutuo entre Pablo y la comunidad de los creyentes. Esto le lleva a Pablo a derramar lágrimas mientras redacta su carta. En segundo lugar observamos que hay un reducido grupo que perturba la fe de la comunidad: tal vez el temor a las persecuciones, sin duda la relajación de la vivencia según el evangelio. Pablo, siempre vigilante, sale al paso de esta nueva situación y la afronta con firmeza.
Ciertamente esta situación de la comunidad cristiana filipense es toda una enseñanza para nuestras comunidades cristianas. El apóstol ha de sentirse íntimamente unido a su pequeña iglesia, amándola como Pablo amaba su comunidad. El amor hará que siempre esté vigilante y dispuesto a reavivar la fe de los creyentes cuando vea que esta se debilita. La propia comunidad ha de mantenerse vigilante, porque los peligros acechan constantemente, y obediente a las amonestaciones y consejos de sus pastores. No basta el haber sido evangelizados y catequizados una vez, es necesario la vigilancia y la obediencia a nuestros pastores, a quienes suponemos siempre fieles al evangelio y modelo , que el Señor nos ofrece, de vivencia cristiana.
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