CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
COMENTARIO
La Grandeza se hace pobreza.
Este sencillo mensaje nos suena porque hemos escuchado al nuevo papa su deseo de guiar a una iglesia pobre para los pobres. Tal vez él haya pensado en lo que hizo Dios mismo a favor de la humanidad: se hizo pobre para vivir con los pobres de este mundo.
De todo esto nos habla hoy el hermoso himno que san Pablo nos dejó escrito en la carta a los filipenses. Dios Padre nos envía a su propio hijo, quien comparte nuestra historia y de modo más identificativo la de los más pobres.
Estos son buenos días para asimilar esta maravillosa y generosa acción del Hijo de Dios. Su meditación y contemplación nos ha de llevar a compartir también nosotros mismos la historia de los más pobres y desheredados del mundo. A esto nos llama Dios Padre por mediación del papa Francisco.
Eso sí, nuestra historia, al igual que la de Cristo, no termina en la humillación, en el anonadamiento, en la muerte; Dios Padre nos ensalzará a la diestra de su hijo en los cielos.
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